El huerto es un pequeño espacio de tierra que se ha de trabajar con sumo cuidado para  lograr alimentarse de él. Asimismo, el alma es el terreno dentro de nosotras mismas que necesita ser cultivado de manera cuidadosa y consciente para poder nutrirnos a nosotras y a  los otros. Para Jung el alma es el arquetipo de la vida y ésta se manifiesta en lo cotidiano, como práctica que la nutre. Durante muchos años llevé círculos de mujeres y las que participábamos nos llamábamos a nosotras mismas Hortelanas del Alma. Esta frase nos ofrecía la imagen y metáfora  que evocaba el trabajo disciplinado y cotidiano en comunión  especular con  los  ciclos y cambios de la  naturaleza y de la tierra. El cultivo del alma es un tema que me ha acompañado a todo lo largo de mi carrera profesional –que como saben ya no son pocos- y cada vez se me hace más diáfano que ahora nos toca, más que curar, aprender a cultivar y a cuidar. Son tres los pasos a transitar: el primer paso es aprender a cuidarnos y amarnos a nosotras mismas –como premisa esencial-, luego aprender a sanarnos a nosotras mismas y como tercer paso y el más liberador de todos; aprender a cuidar y a amar a los demás, en los que incluyo personas, animales, plantas, medio ambiente. Nacemos con un alma y eso nos lo recuerdan desde las religiones, pasando por los místicos, músicos, artistas, escritores y tantas otras expresiones humanas. Todas hacen referencia a ella como el espacio inmanente dentro de cada una de nosotras que igual que el huerto necesita cultivarse para que rinda frutos capaces de nutrir y alimentar. El alma necesita del espíritu para crecer y éste del alma para asirse con un cuerpo que es el templo donde el ella reside. La construcción del alma comienza en el campo de los vínculos. Nuestra vida afectiva se teje con las hebras de cada relación significativa, comenzando por la de la madre personal, que es la que nos lega el patrón con el que comenzamos la tarea de estar en relación con todo lo sintiente. El alma es la que nos proporciona cualidad, profundidad, comprensión y se construye y cultiva en el fragor de lo cotidiano que es la copa alquímica de toda nuestra obra. Está bien pensar que nuestra vida está más allá de la simpleza de lo cotidiano y eso me remite a una frase de Jung en la que dice “Los actos simples, hacen simple al hombre….. pero qué difícil es ser simple”. En el tiempo que nos ha tocado vivir, el alma parece en desuso y hay que temerle a esta sensación incluso a esta creencia, pues es el alma de nosotros quien le da alma a todas las demás cosas; sin este cultivo y la consciencia que se construye, vamos viendo que el mundo se nos hace desangelado y aun peor, tan solo desalmado. Os invito a cultivar lo sagrado y lo profundo en lo simple y lo cotidiano; quizás entonces podamos llenar la copa de sentido y de alegría, que es la emoción del alma nutrida. HORTENSIA CARRERHortensia Carrer Psicoterapeuta y analista jungiana. Hortelana del alma.

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