El pasado 2 de octubre de 2016, Fernando Sánchez Dragó cumplió ochenta años fiel a la vitalidad que siempre lo ha caracterizado. Tal como reza la contraportada de Shangri-La. El elixir de la eterna juventud, Dragó «sigue hoy, con la misma energía, en la brecha por la que ha transitado desde que se guarda memoria de él: literatura, periodismo de trinchera y de columna, programas de libros en televisión, cursos, conferencias, viajes, lecturas, amistades, enemistades, amores, amoríos, escándalos sin voluntad de malicia y hasta un hijo menor concebido a una edad en la que los varones suelen ser abuelos o, incluso, bisabuelos».

 Fuente: www.encuentroseleusinos.com

A lo largo de sus infinitos viajes, Fernando Sánchez Dragó ha ido haciendo acopio de toda una panoplia cambiante de pócimas mágicas y mejunjes de alquimista que ha ido afinando con el andar del tiempo, abandonando unos, descubriendo otros nuevos, hasta configurar lo que él mismo ha dado en llamar «mi elixir de la eterna juventud», y que no duda en proclamar y compartir con los lectores en sus diversas columnas en prensa. Hasta hace poco tomaba una media de setenta pastillas diarias, casi todas de productos naturistas a la venta en herbolarios, farmacias o a través de internet. Muchos de los brebajes sobre los que ha escrito a lo largo de estos años se han quedado arrumbados al fondo de la rebotica en favor de nuevos hallazgos. El «elixir», pues, ha ido sufriendo una decantación progresiva y está sujeto, incluso en la actualidad, a perpetuo cambio. Algunos de sus componentes, sin embargo, permanecen por sus virtudes incontables e indiscutibles.

Desde Oriente y por Oriente, Dragó llegó a la España Mágica, desde la España Mágica al cristianismo, desde el cristianismo al gnosticismo ―vía el priscilianismo―, desde el gnosticismo al paganismo, y fue tanta la fascinación despertada por el budismo y el taoísmo, que, inspirado por la vieja fórmula y eterna búsqueda de la mens sana in corpore sano, compiló en un arte de vivir cuanto había aprendido de las religiones de Oriente y la sabiduría helénica de Occidente al hilo de sus vivencias, sus viajes y sus lecturas en El sendero de la mano izquierda (Martínez Roca). Si este último aspira a alcanzar el ideal de mens sana, desde entonces Dragó venía anunciando un futuro volumen, Shangri-La. El elixir de la eterna juventud, dedicado a la consecución del corpore sano, en el que ahondará en la salud del recipiente del alma, que acaba de publicarse en Planeta.

El ciclo se cerrará, finalmente, cuando las campanas toquen a rebato, con un arte de morir que llevará por título un juanramoniano Y se quedarán los pájaros cantando. Pero, antes de que eso ocurra, concentrémonos en coronar la cima sobre la que se asienta Shangri-La, el enclave mítico que da título al libro, «un lugar ficticio descrito en la novela de James Hilton Horizontes perdidos. Por extensión, el nombre se aplica a cualquier paraíso terrenal, pero sobre todo a una utopía mítica del Himalaya: una tierra de felicidad permanente, aislada del mundo. En la novela, las personas que viven en Shangri-La son casi inmortales. De ahí que exploradores y aventureros intenten hallar ese paraíso».

Shangri-La no es sólo el título del libro y el nombre de aquella tierra de hombres casi inmortales, sino también el título de este XVI Encuentro Eleusino. En él, Fernando Sánchez Dragó profundizará en el secreto que le ha hecho llegar a una edad tan avanzada con el espíritu que lo alentaba en su juventud. Estará acompañado de doctores, filósofos y especialistas como el Dr. Ramón Cacabelos, el Dr. Miguel Litton, el Dr. Ramón Vila-Rovira, el Dr. Ángel Durántez, Benigno Morilla, Tesa Lordén y Mario Gil, que abundarán en los aspectos médicos, científicos, filosóficos, psicológicos y míticos de la juventud, la vejez y la longevidad.