Os dejamos con este artículo de Marta Arellanos en el que pone de manifiesto que a veces nuestro cuerpo no cuenta lo mismo que nuestras palabras. ¡Muy interesante!

Fuente: http://mmarellano.com/lo-que-tu-cuerpo-cuenta/

Por qué “lo que mi cuerpo cuenta”? Te has preguntado alguna vez… “no sé por qué siempre se repite en mi vida esto o aquello”, o “por qué no consigo…” Aparentemente estamos actuando según lo que hemos aprendido, lo que nos han contado que funciona, lo que hemos ensayado con mucho esfuerzo ante el espejo y descubrimos que no conseguimos los resultados que esperábamos, tal vez recibimos de los demás una reacción diferente a lo que nos habían contado o esperábamos.

Por eso te invito a pensar si tu cuerpo está transmitiendo cosas que tu boca no ha dicho.

Todos somos capaces de sentir cuándo alguien frente a nosotros o a nuestro lado está “cruzado”, o tranquilo y en paz. Nuestra sola presencia cuenta muchas cosas de nuestro estado de ánimo, aunque se nos ha enseñado a “esconderlo”, a mostrarnos ante el mundo siguiendo un estricto código de etiqueta.

Nuestra presencia no cuenta sólo lo que sentimos aquí y ahora, cuenta también muchas cosas de nuestra historia, de lo que hemos vivido y lo que hemos sentido. Emociones y sentimientos se van incorporando a nuestra postura, a nuestra forma de estar, a nuestro campo energético, a lo que transmitimos sólo con mostrarnos ante los demás.

Como especie perteneciente al reino animal, somos capaces de detectar en el otro su miedo, su indecisión, su alegría, o simplemente su “incoherencia”, su sola presencia nos transmite si se cree o no se cree lo que está diciendo o haciendo.

En mis talleres, como dinámica de grupo, trabajamos varios ejercicios para sentir lo que transmitimos sólo con “estar”. En uno de ellos, nos colocamos frente a frente con otra persona. El ideal es que sea alguien a quien no conozcas demasiado, lo cual es sencillo en el marco de un taller, pero no es tan corriente en la vida cotidiana. Cerramos ambas los ojos y una de ellas describirá con detalle empezando por los pies y hasta la cabeza, cómo siente su cuerpo, cómo se apoyan los pies, cómo tiene colocadas las piernas, las caderas… Así, ascendiendo hasta llegar a la cabeza.

La persona que está escuchando deberá ir adoptando esa misma posición con los ojos cerrados, sin juzgar, limitándose a imitar la postura y a sentir lo que la primera persona le transmite. Cuando le pregunten contestará sin pensar, sin juzgar.

Una vez finalizada la transmisión de la información, la primera persona pregunta a quien le ha escuchado. ¿Cómo me siento?

Es sorprendente comprobar lo acertadas que son las respuestas. La primera vez que realicé yo este ejercicio, me sentí “desnuda” y profundamente agradecida. Ya no necesitaba seguir poniéndome el “traje de salir con los demás”, porque descubrí que no oculta nada.

Como en el cuento del “Traje del Emperador” se nos ha animado a seguir intentando, a perfeccionar el modelo de “aquí me escondo que nadie me ve” y no niego que muchas personas puedan conseguir tal maestría que puedan llegar a ser realmente “opacas” al radar del otro, pero en mi opinión es mucho más eficaz trabajar sobre lo que nuestras emociones y nuestro cuerpo transmiten para conseguir coherencia en lo que comunicamos. Así daremos mucha fuerza, subrayaremos lo que nuestra boca dice.

Trabajar las emociones, las sensaciones, las creencias… Y permitirnos ver de qué forma transmitimos con todo -nuestra voz y nuestro cuerpo-, es el primer paso para conseguir comunicar con eficacia y obtener resultados que realmente tienen Sentido para nosotros.

 

Marta Arellanomartaarellano

Desarrollo de Personas y Organizaciones 

www.mmarellano.com