En una sociedad donde la sexualidad está fuertemente asociada a la reproducción, las edades “no fecundas” son consideradas asexuadas y, por tanto, mal vistas e incluso recriminadas las personas que sienten y transmiten deseo sexual fuera de esas épocas aceptadas. Todas hemos oído hablar de “viejos verdes”, cuando éramos jovencitas nos transmitieron repugnancia y prevención hacia los hombres de cierta edad que miraban con deseo a las mujeres; de ellas, las “viejas verdes”, no se hablaba cuando éramos jovencitas porque el deseo sexual de la mujer aún no se aceptaba si no era como una enfermedad o desviación, así que pensar que algunas pudiesen tener deseo era imposible.

 Para analizar la expresión “viejo verde”, deberemos preguntarnos a qué edad nos referimos al hablar de un viejo: 50?, 60?, 70?, en realidad todo depende de la edad que nosotras tengamos al hacer la valoración, para una adolescente, alguien de 50 años ya es una persona vieja y por lo tanto sin vida sexual. De esta manera, ahora que las jovencitas de entonces ya tenemos más de 50 años, además de no sentiros “viejas” descubrimos que el sexo sí existe, que es maravilloso y que no tiene que estar vinculado a la reproducción sino al placer; es más, ese es el sexo que siempre hemos deseado pero que nos hicieron creer que no existía o era pecaminoso.

El sexo, en el sentido más amplio de la palabra, no tiene edad, sólo se adapta a los deseos, necesidades y preferencias del momento, aunque al seguir siendo tabú para los que no lo vivimos en nuestra juventud, como algo normal y necesario para nuestro total desarrollo, lo seguimos negando o manteniendo unos ideales fuera de lugar.

 La sexualidad madura si nosotros maduramos, pero envejece si nosotros envejecemos y madurez y envejecimiento no son sinónimos aunque lo parezca; todos envejecemos, pero no todos maduramos. Cuando envejecemos nuestro cuerpo empieza a tener ciertas limitaciones si lo comparamos con el que teníamos en la juventud, es normal que sea así y aceptarlo nos permitirá cuidar nuestro cuerpo para mantenerlo en forma y disfrutar de cada edad con total plenitud. De no ser así desearemos tener cuarenta años a los cincuenta, cincuenta años a los sesenta… pero nunca disfrutaremos del momento que vivimos y perderemos un sinfín de oportunidades.

La sexualidad es diferente en cada época de nuestra vida y también se vive de diferente manera en hombres y mujeres. De adolescentes disfrutamos de una mirada, de una caricia, de cogernos de la mano o del calor del cuerpo que nos abraza, cuando descubrimos el deseo sexual nuestro cuerpo se exalta y nuestras emociones también. A partir de ese momento entramos en una época de exigencia más genital y, si nos anclamos en ella, no podremos evolucionar y enriquecer esa faceta tan importante de nuestra vida que nos hace sentir realmente satisfechas y felices con nosotras mismas y con nuestra pareja.

Las mujeres que han sido capaces de transmitir sus deseos sexuales y necesidades emocionales a sus parejas, no sólo lo habrán conseguido sino que habrán incrementado su autoconfianza y seguridad como persona y como mujer. Las que, a pesar de haberlo intentado, no se vieron acompañadas o comprendidas, tuvieron que resignarse a mantener una relación que no las hacía sentirse plenas, más allá del sexo, o bien decidieron cambiar de pareja e intentarlo de nuevo.

Es necesario saber en cada momento qué sexualidad deseamos y acoplarnos a nuestros ritmos físicos y obligaciones familiares y laborales. No podemos pretender disfrutar de dos horas de sexo tántrico o masajes eróticos escuchando la respiración del bebé en el intercomunicador, igual que no deberíamos desear un sexo lleno de acrobacias y potencia muscular que únicamente nos reporte un alto placer físico. Con el paso el tiempo deberíamos haber aprendido la diferencia entre deseo físico, los “calentones” puntuales y la necesidad de complementarnos en el concepto más amplio de sexualidad (físico y emocional) a las exigencias de cada momentos

El mito cultural de que las personas pierden el deseo sexual con el paso del tiempo, no sólo no es cierto, sino que impide que se hable más de las necesidades sexuales y afectivas de las personas “mayores” y se trabaje para normalizar una sexualidad plena, pero cambiante, en cualquier época de nuestra vida. Muchas personas fuimos unos reprimidos o seguimos unos roles irreales en nuestra juventud, seguir reprimiéndonos o aceptando los patrones de “asexuados” en nuestra madurez nos impedirá gozar de una época donde tenemos tiempo y ganas de disfrutar… Evitarlo depende de nosotras, los hombres también nos lo agradecerán porque aprenderán a comprendernos y complacernos sin necesidad de fármacos.

CarmenRoblesCarmen Robles

Coach sexual-escritora-conferenciante

www.carmenrobles.com