La sabiduría es el camino de aprendizaje espiritual en este Tercer Acto de nuestras vidas y las oportunidades para “festejarla” ocurre tanto en los grandes como los pequeños eventos de la existencia. Estamos ya en las fechas Navideñas que nos guste o no son un gran evento, basta con ver la trascendencia de estas fechas en el calendario o el número de personas en el mundo que lo celebran, al menos hablo de Occidente, para darnos cuenta que son una celebración masiva.

En sus orígenes paganos estas fechas estuvieron ligadas a la festividad de la tierra. Se celebraba el Solsticio de Invierno; el tiempo de la rueda del año en el que se alcanza la noche más larga, el climax de la oscuridad y comienzan a alargarse los días, en búsqueda de la luz solar. Una vez instaurada la iglesia católica y como sucedió con las festividades paganas este ritual invernal fue sustituido en la mitología católica por el nacimiento de Jesús y el fin y comienzo del Año . Hoy día ni pagana ni cristiana, estas festividades han perdido su sentido ritualistico ligado a la tierra sustituyéndolos por celebraciones carentes de un sentido personal y colectivo más profundo.

Personalmente sugiero que podemos implementar un pequeño ritual que le imprima un sentido más personal a estas fechas. Hagamos un alto en medio de la algarabía de estos días llenos de preparativos, tradiciones, fiestas, comidas, compras, disgustos, largas conversaciones para ponerse de acuerdo,etc. para reflexionar sobre el fin del ciclo de un año y el comienzo del próximo.

La idea es hacer un balance para medir el equilibrio de fuerzas energéticas con la que cerramos el ciclo que se marcha. Escribiremos en un papel las cosas positivas que nos han ocurrido, esas situaciones marcadas por la alegría, el logro obtenido, la ganancia, la satisfacción, el gozo…cuando las traemos a la memoria y las escribimos las estamos honrando recordando que la vida en sí misma es una celebración. Y para mantener el equilibrio, recordaremos y escribiremos aquellas cosas que hemos considerado negativas, aquellas situaciones marcadas por la tristeza, el llanto amargo, la sensación de pérdida, de fracaso o de frustración, en términos junguianos son esas las que no me permiten inflarme y desconectarme del alma de las cosas.

Una vez tengamos las dos listas, buscamos un lugar sereno, donde podamos estar a solas y colocamos una vela blanca y otra violeta, una fuente preferiblemente de arcilla e invocamos a nuestra sabia interior, a la Hécate que me habita y a todos aquellos espíritus angélicos que nos acompañan. Encendemos la vela violeta y repasamos en voz alta el listado de las situaciones negativas por las que nos tocó pasar, una vez hecho enciendo con el fuego el papel y lo dejo consumirse en la fuente mientras voy agradeciendo las oportunidades de crecimiento, de evolución, de aprendizaje que me han dado cada una de ellas. Hacemos lo mismo con la vela blanca; repasamos en voz alta las cosas positivas, encendemos el papel y mientras se consume agradeceremos la alegría, la bondad del Universo, la abundancia manifestada en mi vida.

Una vez que he hecho esto y con ambas velas encendidas elevo con voz audible un rezo, una petición al Universo para el año 2016, el año que nacerá en pocos días. En este pequeño y sentido ritual reúno el fin de un ciclo y el nacimiento de otro, agradezco por aquello que he recibido y por aquello de lo que me he desprendido. Queridas mujeres, cerramos el año 2015 con más sabiduría y no me queda más que desearles un 2016 lleno de  Luz, Paz y Amor.

HORTENSIA CARRER

Hortensia Carrer
Psicoterapeuta y analista jungiana.

 


Ilustración:
Alejandra Rubies

www.alejandrarubies.com