Cada diciembre ponemos un broche, celebramos un fin de ciclo. Está en nuestra naturaleza. Somos seres cíclicos y cada vez somos más conscientes de que necesitamos esos pequeños ritos que nos permiten ubicarnos en un momento temporal determinado.

A mí me gusta particularmente este rito de paso de un año a otro. De hecho, empiezo a prepararlo ya desde enero. A lo largo de todo el año voy recopilando en un tibor pequeños mensajes de agradecimiento. Yo lo llamo mi “bote de agradecimiento”. A veces son cosas grandes, un evento importante que me hace sentir especialmente bien, especialmente abundante, especialmente… Otras son gestos sencillos, una flor que me han regalado, un video especial que me llegó por Whattsapp, una llamada que me hizo ilusión o que dejó huella. Y hay incluso aprendizajes necesarios obtenidos de eventos muy duros o difíciles. Todos tienen su reflejo en un papelito garabateado con su fecha en el dorso.

Cada 31 de diciembre me siento junto al fuego y voy leyendo uno a uno los mensajes. Evoca en mí esos momentos de revisar fotografías, de repasar eventos. Y en mi lectura, voy recuperando cada uno de esos instantes, haciéndome a la idea de todo lo que el año me ha dejado.
Ha sido este 2017 un año poderoso, como todos los que he ido viviendo desde que empecé la transición a mi condición de Emperatriz Mesopotámica, de “mujer Blanca”.

 Debo confesar que conforme voy cumpliendo años, veo que este pequeño ritual cobra cada vez más importancia. Necesito los ciclos en mi vida. Sé que sigo siendo cíclica, mi cuerpo sigue siéndolo, aunque ahora es menos evidente. Siento la necesidad de abrir nuevas etapas, de cerrar las viejas, las que ya creía superadas… Aunque a veces regresen con nuevas caras, bajo nuevas máscaras.

La experiencia me ha demostrado que todo aquello que resistes, persiste, que todo aquello que aceptas fluye. Y poco a poco he aprendido a persistir en mi empeño de “ser sin filtro” de ir descubriendo quién soy en cada situación, en cada ciclo. No me resisto al paso de los años, más bien necesito sentir que los he aprovechado.

Aceptar el cambio, el fluir del tiempo, el transcurrir de cada año, que cada vez se me encogen, se me pasan más deprisa.
Aprehender cada instante, celebrarlo y escribirlo en un papel. Al fin y al cabo, todo lo bueno, todo lo que realmente importa, suele ser invisible a los ojos, hasta que le ponemos palabras para guardarlo en un papel.

Un papel que quemaré con los demás, acurrucada frente a la chimenea mientras revisito este 2017, de la mano del equipo de ella y el abanico, en compañía de todas vosotras, como yo, Emperatrices Mesopotámicas, Mujeres del Club del Abanico. Y ahora que os siento tan cerca, ahora que hemos compartido ritual, os invito a que, juntas, demos la bienvenida a un 2018 a estrenar.

Hagamos de él, ¡un GRAN AÑO NUEVO!

Marta Arellanomartaarellano

Desarrollo de Personas y Organizaciones

www.mmarellano.com

 

 


Ilustración:
Alejandra Rubies

www.alejandrarubies.com