Cada vez oímos decir más aquello de “prefiero que no me inviten a una boda, no te hacen ningún favor”, y tienen razón, es caro para cualquiera ir de invitado a una boda, pero no te quiero decir nada lo caro que les resulta a los que se casan.
Viendo este año los vestidos que han desfilado por la Barcelona Bridal Fashion Week 16, no se puede dejar de pensar en el precio que deben tener esos vestidos, rezumando lujo y glamour.
En la edición del año pasado comenté que la imaginación y el buen ánimo habían vuelto a la pasarela, este año he vuelto a tener la sensación, en algunos momentos, de se repetía el mismo desfile una vez tras otra, salvando honrosas excepciones. Me han emocionado diseñadores que están en las antípodas unos de otros y, sin embargo, son capaces de sorprenderte por igual, aunque por diferentes motivos.
Jesún Peiró presentó una colección en la que, sin perder la esencia de lo que sabe hacer muy bien, añadió pinceladas de color y novedad que no desmerecían en nada. Su novia, dentro del clasicismo mejor entendido, puede encontrar en su colección de este año ese toque de novedad y sorpresa que toda novia quiere darle a su día especial. Con el mundo de los dulces como hilo conductor, nos invita a saborear verdaderos vestidos/pastel, sin caer nunca ni en lo bando ni en lo cursi, muy al contrario, sus vestidos rezuman fuerza. Pocos podrán decir que presentan un vestido de novia enteramente hecho de pailletes sin morir en el intento, mejor dicho saliendo más que airoso.
Lo que no se puede negar es que este ha sido el año de las líneas vaporosas, tules, sedas, pedrerías, bordados y mucho, mucho brillo. Los pailletes no han faltado en ningún desfile, y digo “ninguno” con todo el significado de la palabra.
La novia ultra femenina, vaporosa y llena de magia y glamour han sido las notas predominantes en casi todas las colecciones, pero conviene no dejarse engañar por las apariencias, ya que detrás de esta aparente dulzura se dejaba entrever lo que había debajo, y lo digo en el más estricto sentido de la palabra, ya que las transparencias que dejaban poco a la imaginación también han llenado las colecciones. Esta tendencia ya se anunciaba en las colecciones del año pasado, y en estas ya se muestra sin ningún tapujo.
Siempre alegra ver que la novia femenina no es sinónimo de “virginal”, término bastante pasado de moda (lo sé), pero que siempre aparece más o menos solapadamente. Sin embargo, este año el color ha llenado muchas de las colecciones, sin abandonar el blanco, pero sin miedo a usar otros colores, y ha usado sin escatimar las transparencias más sensuales e incluso atrevidas, por qué no decirlo.
Otra tendencia muy clara en las colecciones ha sido la vuelta de los años 70’, la moda nupcial no podía permanecer ajena a lo que la moda de la calle nos está diciendo, y diseñadores como Yolan Cris han apostado decididamente por esa tendencia que, hay que reconocerlo, en vestidos de novia resulta encantadora.
Tampoco faltó en su colección aquello que dominan a la perfección, la mezcla de encajes como el chantilly o el guipur de seda, en ellos las pedrerías y los bordados hechos a mano eran la marca de su línea New Chic Style.
El sello de esta marca, que ellas denominan CHIC, sigue presente más que nunca en su colección de este año, para esas novias incondicionales de esta marca, que no se sentirán defraudadas con sus propuestas
Otra propuesta que sorprendía por salirse un tanto de lo que parecía el grueso de las colecciones fue Inmaculada García, mirando hacia Oriente con su colección Hanami, en la que mezcla texturas y telas como ella sabe hacer muy bien, siguiendo en la misma línea de sedas, chantilly, organza, gazar, y toda una serie de ricas telas que dan ese aire etéreo a los vestidos de este año para novias.
Y si las novias mostraban vestidos con color, qué decir de los trajes de fiesta, si siempre han mostrado colorido, en esta ocasión lo tuvieron difícil para distinguirse de los vestidos de novia. Bien es cierto que las bodas civiles han marcado un camino a seguir para los diseñadores de trajes de ceremonia, que han podido acceder al mercado nupcial no solo de la mano de las invitadas.
Sobre este particular debo decir que en esta pugna ha salido ganando el vestido de novia, ya que el color le otorga un plus que necesitaba hace tiempo, pero el vestido de fiesta debe tomar otros derroteros, apostando quizá por cortes más arriesgados, como los detalles de origami de Isabel Sanchís. Naeem Khan y Galia Lahav fueron, según la organización, el toque internacional de este año, pero yo me pregunto…¿Acaso nuestros diseñadores no son ya internacionales? Ahí lo dejo…
Y como no, queda por decir que mi diseñador fetiche Jordi Dalmau arriesgó, y ganó como siempre, en su puesta en escena y en su colección. Quién se puede resistir a una novia roquera que no perdía ni un ápice de femineidad con una biker sobre un vestido con corsé y falda de tul, irresistible!!!!
La colección Dalmau de este año tenía como color estrella un azul topacio de lo más favorecedor para cualquier novia morena, pero no dejaba de lado otros colores como dorados, rojos, negro, enormes estampados e incluso un brocado en denim y blanco que te hacía saltar del asiento para decir: alguien en la sala quiere casarse conmigo??? Es solo por el vestido, pero seguro que merecerá la pena.
Su puesta en escena basada en una leyenda de razas ancestrales olvidadas y promesas de amor y vida eterna, nos dejaron con la sensación de que todo es posible cuando existe pasión. La historia de la última de las ELUMM es solo el principio de una colección maravillosa.
Hasta el próximo año, en que esperamos más y mejor por parte de todos.
Rosanna Gil
Asesoría de Imagen Personal
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