Aunque las aplicaciones más conocidas de la toxina botulínica (bótox) están relacionadas con el campo de la medicina estética, este tratamiento lleva años utilizándose en diferentes especialidades, como la Oftalmología (para el estrabismo), la Neurología (para los trastornos del movimiento) o la Dermatología (para la hiperhidrosis o el exceso de sudoración).
Desde hace unos años, se comenzó a usar en el campo de la Urología con muy buenos resultados para el tratamiento de la vejiga hiperactiva (un tipo de incontinencia de orina) y actualmente ya está aprobado su uso en España, tanto para vejigas hiperactivas de causa neurológica como idiopática (sin causa conocida).
En España unos seis millones de personas sufren incontinencia de orina, y la mitad de ellos son casos de vejiga hiperactiva, siendo más frecuente en la mujer (un 80%). Aunque no son alteraciones que causen la muerte, tienen un impacto brutal en la calidad de vida de los afectados, ya que además de provocar limitaciones en su día a día, pueden llegar a generar ansiedad, estrés, aislamiento social y depresión.
Tal y como señala el doctor Manuel Esteban, del Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo y tesorero de la AEU, «son problemas que se pueden presentar a cualquier edad y afectan a ambos sexos. Muchos de estos pacientes ocultan su enfermedad por temor al rechazo social a causa de un problema que hoy tiene solución. Por lo que es importante que hagamos llegar a la población el mensaje de que existen tratamientos adecuados individualizados para cada paciente, y que lo importante es acudir al urólogo para tener un diagnóstico correcto y actuar en consecuencia. También es preciso insistir en las mujeres jóvenes, para que sean conscientes de que hay que prevenir el debilitamiento del suelo pélvico«.
El empleo del botox se incluye en las guías de la Asociación Europea de Urología (EAU) con un grado máximo de recomendación como tratamiento eficaz y mínimamente invasivo para reducir la hiperactividad del músculo detrusor (pared de la vejiga que se contrae en el momento de la micción para extraer la orina, y que está relajado cuando esto no sucede para permitir que la vejiga se llene).
«Desde la AEU se ha puesto en marcha una línea de trabajo, a través del Grupo ALLURA, formado por expertos de todo el país, que investiga sobre protocolos, la eficacia, y cómo realizar la aplicación de la toxina botulínica en el ámbito de la Urología», explica el doctor Esteban.
El primer paso para tratar una vejiga hiperactiva son las medidas higiénico-dietéticas, como por ejemplo, reduciendo el consumo de líquidos; el segundo serían las rehabilitadoras, con ejercicios para que la vejiga se relaje. Pero cuando fracasan ambos, el siguiente escalón es el tratamiento farmacológico.
Hasta ahora, para estos casos se utilizaban los fármacos anticolinérgicos, que actúan relajando el músculo detrusor de la vejiga, aumentando la capacidad para retener la orina. Estos medicamentos tienen algunos efectos adversos como son la sequedad de la boca o la visión borrosa, por lo que algunos pacientes no los toleran bien.
En este contexto, el experto destaca dos novedades. Una de ellas sería la disponibilidad de la toxina botulínica, con la que se consigue la misma eficacia que con los medicamentos utilizados hasta ahora, pero con menos efectos secundarios.
«La toxina es un neuromodulador que inhibe la contracción del músculo de la vejiga. Se administra a través de una inyección, bien en la vejiga, para paralizar el músculo detrusor temporalmente, o bien en el esfínter para facilitar la salida de la orina. Sus efectos pueden traducirse en beneficios sobre los síntomas de vejiga hiperactiva, incluyendo la urgencia en la micción», sostiene el experto.
Y la otra, que también se ha aprobado en nuestro país este año, es una nueva familia de fármacos, los agonistas de los receptores beta 3 adrenérgicos. «En concreto», señala el doctor Esteban, «el primero que se ha desarrollado es mirabegron, que aporta un mecanismo de acción distinto para el tratamiento de la vejiga hiperactiva. Se han llevado a cabo ensayos Fase II y III con más de 10.000 pacientes y los datos disponibles apuntan a que podría ser una muy buena opción para estos pacientes. Estaría indicado en un escalón anterior a la toxina botulínica».
Para el especialista, ambos suponen nuevas opciones de tratamiento para esta patología tan frecuente. «Teniendo en cuenta que es un problema de salud que afecta a tanta gente, es clave mejorar la sensibilización de la población para que acudan al urólogo ante cualquier síntoma. El coste de este tipo de tratamientos es pequeño si lo comparamos al gasto que hay en nuestro país en absorbentes, que es la medida por la que se opta cuando no se acude al especialista», añade.
Según cómo se producen las pérdidas de orina se conocen dos tipos de incontinencia: la de esfuerzo y la de urgencia. «En el llenado de la vejiga se genera, en ocasiones, contracciones no deseadas acompañadas de sensación de urgencia o imperiosidad para orinar, lo que se conoce como ‘vejiga hiperactiva’. Pero también se puede producir un fracaso en las estructuras anatómicas que retienen la orina, y los escapes se suceden en el momento de aumentar la presión abdominal (tos, risa, estornudos, coger pesos, etc…)», explica el profesional.
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