Hacía años que no me permitía el “dolce fare niente”, y la experiencia de unos días de asueto desde el prisma del “déjate llevar y atrévete a fluir” me ha permitido recordar que las vacaciones pueden ser muy sorprendentes.
La no expectativa crea el espacio para que todo se pueda dar. No haces nada en concreto pero al final parece que has vivido muchas cosas y han resultado muy regenerantes y variadas.
Cuánto vértigo puede conllevar el darse permiso para SER.
Me refiero al verbo “ser” como acción consciente y de toma de decisión desde la escucha más íntima de cada persona en cada momento.
Crear esta alquimia interna en la que te puedes encontrar en cualquier momento y en cualquier lugar. Sentir que todo es importante del mismo modo que nada importa.
Tener la experiencia de escuchar cómo sale de nuestra boca un SI o un NO sin que ninguna célula de nuestra anatomía se altere. Sentir que lo hemos dicho con la misma entonación y el mismo volumen pero sin ese peso de la abnegación que tanto nos sobrecarga. Llegar a este punto es sin duda la mejor de las experiencias de nuestras vacaciones conscientes.
Puede resultar tan excepcional que hasta nos resulte increíble relacionar lo verbalizado con lo sentido. ¿ Sabes a qué me refiero?
Practicando el “déjate fluir y solo actuar en consecuencia” es, sin duda alguna, uno de los caminos más interesantes para recorrer que nos regalará la increíble vivencia de ver que nos hemos dado un espacio para descubrir e incluso redescubrirnos.
¿Porqué lo relaciono con las contracturas?
Según la R.A.E una contractura es: involuntaria, duradera o permanente, de uno o más grupos musculares.
En función del tiempo que llevemos sosteniendo la contracción vamos a tener más o menos dolor. Una contractura no es una lesión grave, pero sí molesta y nos puede impedir realizar determinados gestos con normalidad y sin dolor.
Si perdura en el tiempo, va a activar el mecanismo de compensación propio del cuerpo y acabará por dar una alteración de su funcionamiento habitual.
Recordemos que estamos hechos de cuerpo físico, de cuerpo energético y de cuerpo emocional y que si dejamos de fluir vamos a bloquear alguno de nuestros cuerpos. Podemos ver cómo las emociones se alteran, cómo la energía vital de obstruye y finalmente llega el dolor físico y la vida se nos atranca de nuevo.
Mirando el mar observé que incluso esta extensión de agua salada que circula desde que el Mundo es Mundo y que aparentemente nada la obstruye, tiene sus propias corrientes.
Solo cuando el mar está calmado podemos percibir cómo emergen las arterias creadas por los vientos y las variables térmicas del agua. Fue así como entendí que el mar tenía sus propias vías para asegurarse que sigue con el fluir de la vida.
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