El atentado en Paris ha sacado a flote la complejidad de una situación que hasta ahora se veía ajena y lejana a Europa y que ahora ha tocado su mismo centro. Muchas voces se escuchan, una de ellas, la de Judith Butler que pide que se evite regresar atrás, con derechos logrados por hombres y mujeres y para toda la humanidad.

Han atacado en Paris a personas que disfrutaban de la vida, «nuestro» estilo de vida, una charla con amigos en un bar, asistir a un partido de futbol o escuchar música en un local de vez en cuando. Y ce n’est pas que un debut, es solo el comienzo de la tormenta, nos avisa severamente un barbudo representante del Estado Islámico en un video.

La conmoción por tanta muerte en París, es grande en toda Europa, así como la cobertura de los medios. La ville lumiére no puede apagarse. Mucho menos interés han suscitado en la prensa, a lo largo del 2015, otros ocho terribles atentados islamistas en el mundo, desde Ankara a Bangkok, uno de los cuales, en Nigeria, a manos de Boko Haram, ha tenido un saldo probable de 2.000 víctimas.

Cabalgando la ola de la emoción, François Hollande promete una «venganza despiadada» mandando bombardear Raqqa, la capital del Isis. Habrá víctimas civiles de las que se preferirá no hablar, y habrá más «venganzas» anunciadas de los islamistas en Europa. Pero, si no bombardeamos, se escucha decir, los islamistas pensarán que tenemos miedo.

Sin embargo, ¿es cierto que los bombardeos son lo único que podemos hacer para ganar el terror? La coalición de 60 países, encabezada por Estados Unidos, en octubre del 2014 ha realizado entre 6.000 a 7.000 bombardeos, con el coste de 3.500 billones de dólares. Una cifra enorme, con resultados mínimos, pues ha logrado solo ralentizar la expansión del Estado Islámico, que por otro lado ampliaba el radio de sus atentados.

¿Cuántas poblaciones desesperadas, con este dinero hubieran podido mejorar su vida? ¿Cuántos planes de formación y trabajo se podrían realizar para las personas jóvenes y segunda generación de inmigrantes, atrapadas sin perspectivas en la periferia de París, sintiéndose tratadas como ciudadanos y ciudadanas de segunda? Nos preguntamos.

En esta situación frustrante, la juventud puede prestar oídos a imanes radicales que ofrecen la utopía de una sociedad perfecta y pura, contrapuesta a la amoralidad de la corrupta Europa: «una sociedad donde los creyentes no deben preocuparse por pagar agua o luz, o alquileres, donde la alimentación está garantizada». Así quiere presentarse el actual Estado Islámico, que, por promesa divina, según el califa Al Bagdhadi llegará a dominar el mundo, regando de cadáveres el gran trayecto hacia la Umma. No podemos olvidar, sin embargo, que las grandes transformaciones históricas, desde la Reforma Protestante contra la corrupción de la Iglesia católica, hasta la revolución francesa, rusa o china, han derramado mucha sangre.

Escuchamos entonces con cierta inquietud las contundentes declaraciones de un imán de Londres en un video difundido en un canal italiano. «La democracia y el capitalismo han fracasado, no sabiendo dar un futuro a los jóvenes. Occidente nos ha explotado a los musulmanes en las colonias, nos han humillado en la política, ahora toca a nosotros dominar el mundo». «Somos un billón y medio de musulmanes en el planeta», remata con cara de pocos amigos un chico entrevistado en la calle. «Es hora que nos hagamos sentir». Declaraciones que no hacen sino aumentar el miedo y la islamofobia en la población, lo cual a su vez podrá atraer a más juventud hacia el extremismo islámico, en una espiral prevista y planeada por el ISIS, interesado en sembrar caos y guerra civil en Europa ¿Caeremos en su trampa?

Hay que mantener la mente lúcida, en esta oleada de emociones. Seguir distinguiendo entre los peligrosos fundamentalistas (por ahora una minoría en el mundo islámico) y la masa pacífica de creyentes musulmanes, con quienes convivimos desde generaciones en Europa: Las mujeres con velo negro que pasan recatadas por las calles, el carnicero halal de la esquina, el comerciante de ropa marroquí en el mercadillo.

Mientras se multiplican en internet los videos de jóvenes musulmanes que aseguran «nous sommes unis», nos sentimos franceses, el imam de la Gran mezquita de París convoca para este viernes una oración solemne en memoria de las víctimas de los atentados, invitando a todos los «verdaderos imames» de Francia. Imames y rabinos han rezado juntos frente al Bataclan.

En Barcelona, nos gustó escuchar en la reciente reunión de las personas que recibieron los Premios Nobel de la Paz, el sereno mensaje de la alcaldesa Ada Colau: «Si bombardear un país fuera la solución efectiva para acabar con las guerras, ya no habría guerras«. Hay otras formas de luchar contra el terror, agrega: entre ellas perseguir las mafias que trafican con personas, controlar las fuentes de financiación de ISIS, vigilar a quien genera sospecha, bloquear la propaganda de violencia en internet (Anonymus está actuando al respecto). «Y sobre todo», afirma Colau, «hay que acoger a los que huyen del terror, recibir a los «otros» en un «nosotros» que aísle la violencia. Decir no a la guerra no es ingenuo ni idealista, es valiente. Si el terror consigue que el miedo nos blinde y la venganza os ciegue, ellos habrán ganado».

Se trata de estrategias que piden inteligencia y tenacidad. Y menos hipocresía.

En la reciente reunión del G20, Vladimir Putin ha desvelado el secreto a voces para muchos difícil de digerir. Son unos 40 los países (entre los 60 de la coalición occidental), afirma el premier ruso, que a pesar de su postura oficial, apoyan de una manera u otra el Estado Islámico. Uno es Turquía, miembro de la OTAN, que bombardea los kurdos que luchan contra ISIS (matando también veinte mujeres del batallón femenino). Turquía es cómplice del contrabando de petróleo que es una importante fuente de ingreso para el Estado Islámico, que lucra también con los prófugos sirianos en fuga hacia Europa. Además, ISIS recibe donaciones de particulares en los Estados del Golfo, como Arabia Saudí, Qatar, Emiratos Árabes.

Favorecen involuntariamente el Estado Islámico también los países occidentales que adiestran grupos armados anti Assad; grupos que con frecuencia, una vez terminado el training, toman las armas (¡muchas gracias!) y pasan al bando enemigo.

Pero es el comercio ilegal de armas directas al Norte de África y Medio Oriente el verdadero festín para los países productores de armas, los políticos que cobran coimas de las sociedades fantasmas intermediarias de las ventas, y los respetables bancos que cobran comisiones. El 89-90% de las armas son vendidas en el mundo por los 5 países miembros del Consejo de Seguridad (?) de la ONU. ¿Nos extraña que se combatan al menos 33 guerras?

Recientemente la Guardia de Finanza italiana desveló uno de los muchos casos de comercio ilegal de armas (reportados por la periodista televisiva Milena Gabanelli). Mientras la ley del país prohíbe vender armas a países en conflicto o que violen derechos humanos, en realidad con la complicidad de políticos corruptos se les venden armas mediante terceros países.

Menos hipocresía, decíamos. Nos vendría bien una grande y saludable autocrítica a nuestra machacada democracia que, como ha afirmado el joven analista inglés John Owen, hablando de Europa en el centro cultural el Born, se vende el alma por el dinero. Pues se ha reducido a un sistema de poder manejado por unas lobbies (petróleo, armas, bancos entre otras), que manipulan la opinión pública y toman decisiones en contra de los intereses de la gente de a pie.
Hay que reaccionar reforzando y coordinando entre si los movimientos populares. El «Cuarteto de Túnez», premio Nobel de la Paz, es un buen ejemplo de colaboración entre instituciones y sociedad civil.

Judith Butler, una filosofa feminista estadounidense de larga trayectoria, en otra conferencia sobre Europa señala, por otro lado, los aspectos positivos de esta democracia imperfecta en la que vivimos. Nos ha costado siglos de luchas llegar al reconocimiento de los derechos de los trabajadores y trabajadoras, los derechos de la mujer, o de los minusválidos. No podemos regresar atrás. La democracia puede y debe evolucionar, ampliando el área del «Nosotros» a los grupos más vulnerables: acogiendo ahora, por ejemplo, a los prófugos de las guerras. Ha llegado este año a Europa casi un millón de personas, no se puede hablar de invasión, en un continente con 508 millones de habitantes. Y sin embargo, la mayoría de ellos será rechazada.

Mientras tanto, los gobiernos de los 28 países de Europa no dudan en prever más gastos militares. Pero el debate está abierto. La lucha contra ISIS no debe justificar otras desastrosas guerras, con o sin tropas de tierra, como las que Occidente ha librado en Iraq, Libia, Afganistán, generando monstruos, afirman otras voces. No es así que se defiende y difunde la democracia. La lucha contra el terror debería ser con ideas y acciones concretas contra todos los sufrimientos, afirma Butler. El Papa Francisco lo llamaría «globalizar la solidaridad».

Autora: Gisella Evangelisti.

Fuente: La independent.