Alguna vez habrás llegado al punto, con un amigo, de decirle de todo o alejarte de él. Porque se ha acercado demasiado, invade tu espacio, carga en ti sus frustraciones… Y es de hecho muy sano poner algo de distancia (física o mental) durante un tiempo para que se relaje la tensión sin salpicar.

Yo particularmente creo en espaciar mis planes con un amigo que me está sobrecargando en un momento dado, sea porque él está en una etapa irascible o negativa, o lo estoy yo. Sin ruido. Sin tragedias. Sintiéndome amiga.

Alfredo me explicó hace unos días que él reacciona de inmediato cuando ve a su amigo girado y le pregunta qué le pasa. Envidié su reacción, tan clara y directa. A lo mejor se lían en una discusión y se dicen de todo, pero aclaran la situación, se piden perdón si hace falta y listos (añado que Alfredo es de origen italiano).

Lo difícil es desenfadarse

Pero yo he aprendido que cuando alguien se enfada es porque encaja mal una situación. Porque se ha creado expectativas, o no sabe cómo reaccionar o exige a los demás una determinada acción. Mi padre, que no se enfadaba nunca (aunque hacía algo peor, rehuir las situaciones difíciles), se reía de mí cuando yo lo hacía y me decía: “ahora vas a tener que hacer el trabajo de desenfadarte”. Una ardua tarea porque:

  1. Has de averiguar qué hay detrás del enfado
  2. Has de ser capaz de ver y aceptar que pequeñas ruindades de los demás también forman parte de ti
  3. Has de comunicar al otro que ya no estás enfadado
  4. Has de reparar (opcional) las consecuencias de tu enfado

Y te lo dice un 8 del eneagrama, que con el 9 y el 1, tienen en la ira su propio dragón. También creo que muchas veces, si preguntaras a un amigo o a ti mismo qué le pasa, no lo sabría. En ocasiones tenemos malestar con alguien, con las personas, con el mundo. Vete a saber qué se cuece en nuestra destilería interna: lo importante es que se mantenga a temperatura constante y siga dando buen whisky.

Y distinguir el yo del tú

¿Qué pasa cuando un gran amigo agarra un enfado descomunal de un hecho chiquito? Algo que ya ha pasado otras veces, que ya ha generado algún conflicto pero que crees integrado en el aprendizaje conjunto de cómo seguir siendo amigos a pesar de cada cual.

Y lo más grave, que te dice: “ME lo has hecho otra vez”.

Déjame compartirte una de las grandes lecciones que se aprenden al madurar: los amigos “no TE hacen nada”. Simplemente, son como son.

He aquí pues que un día me encontré ante tamaña acusación. Mi amiga, pues era amiga, tuvo sus diez minutos para vomitar el discurso que se habría repetido internamente cientos de veces, y su resentimiento. Normalmente el desahogo permite abrirse a escuchar al otro para ver cuál es su explicación y rebatirla de todas las formas posibles. Pues hace falta que se disipen todas las nubes del enfado para atender realmente a las palabras del otro y a los propios sentimientos.

Pero sobre todo, evita el perdón impuesto

La respuesta “Yo no TE he hecho nada” es inaceptable para una persona enfada. Quieres explicarle tu punto de vista, que lo ocurrido ha pasado más veces y lo hará otras tantas porque tú vives la vida de una forma y ella de otra y se trata de aceptarlo y de llegar a acuerdos cuando se repita esa situación. Pero solo hay una respuesta posible ante los ojos de una persona enfadada, una respuesta trampa porque si la haces una vez tendrás que hacerla más y estableceréis una nueva forma de relacionaros que no os va a hacer ningún bien: que le pidas perdón.

Una palabra, perdón, magnífica, que une amistades, que alivia el sufrimiento, que hermana. Pero jamás cuando es una exigencia. Se convierte entonces en un juramento de acatamiento ante el señor Ira que descubre que tiene un nuevo siervo. La palabra perdón aplaca al enfadado pero le da poder sobre ti: has aceptado su juego. Prepárate para que esta situación se repita.

Y así quedó la situación. Dejando que “el tiempo” decida si nuestra amistad, lo es. Mal sujeto, pienso yo, al que le hemos dado la responsabilidad de que realice la acción. La distancia que tanto me gusta para suavizar tensiones amenaza con crear un abismo. Este es el temor con el que me fui de nuestra intensa reunión: el de perder una amistad, auténtico lujo de la vida. Pero así es ella: libre.

Ahora mi amiga tendrá que decidir si da los pasos del desenfado o se mantiene en su fortaleza de la verdad y espera a que “el tiempo” haga algo. Y yo, tratar de descubrir qué hay detrás de su enfado: ¿un mal momento personal o un cambio por mi parte que le está haciendo daño? Dejemos que la amistad haga su trabajo. En ella confío.

María Ripoll.

fuente: Medium.com