Supongo que como muchas chicas que trabajamos en aquello que nos gusta, pensaba que era capaz de hacerlo todo… y también porqué no, un hijo o una hija.
Mis menstruaciones eran siempre irregulares, tanto que a los 18 años me dieron unas pastillas, que al leer el prospecto vi, que eran también anticonceptivos. Contenta con el hallazgo, y ya estando en plenos años 80, no había nadie que me parara.
Luego con el DIU, ya ni pensaba en ello. Sentía la menstruación como un hecho molesto. Llegó al mundo el SIDA, pero yo ya había aprovechado muy bien mi euforia hormonal, exactamente disfrutando cómo y cuándo y con quién quería. Me quedé embarazada y aborté. No era el momento.
Fui tirando con el DIU y a los 37 años la llamada de “querer ser madre” me cogió con fuerza porque entre viajes, películas, series, cambio de casas y de amantes, y mucha soledad, había encontrado por fin el hombre de mi vida.
Con SCOTT probamos durante más de dos años, tener juntos este estimado hijo, consultamos con ginecólogos en tres partes del mundo, Francia, Estados Unidos y España y tuve que operarme de endometriosis.
Las soluciones que me proponían en Francia no eran las mismas que me proponían en Estados Unidos pero yo en aquel momento estaba trabajando en España.
Con el deseo al máximo para tener hijos, un día, en medio de un personaje que estaba haciendo de una loca en los 40, me llegó un fax de Argentina diciendo que tenía menopausia precoz. No sé si por el viento enloquecedor de la Patagonia o por la locura de mi personaje, o por el descontrol de mis hormonas, me sentí culpable y rechacé de lleno mi profesión, dándole toda la culpa de mis males al hecho de ser actriz, cuando la única culpable era yo, porque era, lo que yo había escogido, a pesar de tener a mis padres y al mundo en contra.
Había sacrificado conscientemente y sin pensarlo demasiado, lo que más quería hacer en los próximos 40 que tenía por delante: tener un pequeño Scott o una pequeña Assumpta, el fruto de nuestro amor. Y solo yo era la culpable de no poder tener hijos.
Me encerré literalmente durante todo un año en Buenos Aires. Me cambié el nombre y pedí un año sabático a todos mis agentes.
En mi casa me dijeron, que mi abuela también había tenido menopausia precoz a los 40 años.
Nadie me lo había explicado
Esto dio la estocada final a mi carrera tal y como yo la había concebido.
Me puse a escribir para reafirmarme con mi profesión en un libro. “El trabajo del actor de cine” y estuve dos años en el que el sentido de pérdida latía dentro de mi corazón como un freno que no me dejaba pensar, trabajar ni hacer nada más.
No podía mirar a la cara a mi querido Scott. Me costó mucho aceptar mi problema. No podía dar a quién más quería, descendencia. Al morirme todo lo que yo había aprendido se acabaría conmigo, no podría pasar a nadie lo que yo había conseguido como actriz, lo que sabía… Cada vez que veía un niño lo rechazaba o me echaba a llorar como una magdalena.
Poco a poco empecé a ver que es muy egoísta querer tener a alguien que fuera como yo, que se me pareciera y poco a poco, empezamos a pensar en la adopción pero era muy costosa y no teníamos tanto dinero. No lo vimos claro.
El deseo de tener un hijo, fue diluyéndose a pesar de que ni el proceso de asimilación, ni la resignación fueron nada fáciles, empezó el proceso de desculpabilización y poco a poco lo fuimos sustituyendo con el nuevo y apasionado de la reinvención.
Al éxito del libro siguieron películas hechas de otra manera, con más tiempo y más consciencia, escogiendo el que hacía.
Más adelante logramos crear, no sin dificultades, un proyecto conjunto: la escuela de interpretación Assumpta Serna, una fundación y una asociación y todo lo que íbamos haciendo, nos daba un sentido profundo a nuestra vida de pareja.
Todo nos llevaba a la convicción de que una pareja sin hijos ni hijas, también podía crear muchas cosas juntos.
Y en ello seguimos: Nuestros hijos e hijas son nuestros proyectos, nuestros alumnos y “La Familia de cine” que hemos creado, sirve además para que la gente del audiovisual podemos trabajar de manera más ética.
Nació el “código de buenas prácticas” del audiovisual para frenar abusos de poder, la comunicación con el mundo, desde los canales de YouTube y otros RRSS y todo el proceso nos sirve para dar nuestro punto de vista cada día sobre tantas cosas.
Los dos escribimos guiones de teatro y de cine…
Habría sido imposible hacer esto si hubiéramos tenido hijos.
El vacío de mi linaje lo fue llenando la serenidad que da el amor que sentimos el uno por el otro, cada día.
Es la primera vez que lo explico a fondo, después de 20 años, y deseo que mis palabras o experiencia, sirvan a alguien.
Estoy convencida que las mujeres tenemos que hablar entre nosotros. Montse Roura fue pionera en hablar de todo ello y por ello le doy las gracias por crear www.ellayelabanico.com antes nadie hablaba de ello y ahora se habla mucho más.
No es necesario tener hijos para sentirte llena, pero… “Cómo me habría gustado haber podido tenerlos”
Cuida tu cuerpo, tanto en la época de la fertilidad como en la menopausia
Nuestro camino está lleno de pérdidas. Tenemos que saber reconocer estos momentos, para poder mirarlos a la cara, y aprender, para poder pasar a los demás el maravilloso regalo de lo que queremos, porque lo único importante de verdad es: “estar con paz contigo misma y con los otros”
Poder escoger la vida con los límites que nos tocan y que buscas, es un gran aprendizaje.
Intentar ser sabio en la vida también tiene un precio. ¡Gracias por leerme!!
Assumpta Serna, actriz, 67 años.
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