Hace tiempo que buscando novelas que como protagonistas femeninas, tuviesen mujeres en edad madura, dí con una de Gioconda Belli: «El intenso calor de la luna», que además de contar una vibrante historia de pasión es también, ­—tal vez sin pretenderlo— un auténtico tratado sobre menopausia.

«El intenso calor de la luna», nos transporta a los exóticos y cálidos paisajes de Managua. En una sociedad en la que pobres y adinerados conviven sin grandes fisuras, un accidente fortuito hace que las vidas de Emma y su marido Fernando tomen un insospechado rumbo.

Emma vive en una bonita casa con jardín, plantas tropicales y una fuente sobre la que cada noche se refleja la luna. Fernando, su marido, es médico y vive entregado a su trabajo. Ella, que en su momento dejó los estudios de medicina para dedicarse al cuidado de la familia, llega a los cuarenta y ocho años plena de belleza y de salud. Como los hijos se han emancipado y se han ido de casa, tiene todo el tiempo del mundo para dedicarse a su persona. Su día a día transcurre entre reuniones de amigas, planificación de menús junto a su fiel asistenta, gimnasio y sesiones de masajes. Su plácida existencia, se ve interrumpida un día, que accidentalmente, atropella con su coche a Ernesto: un joven que vive en la zona humilde de la ciudad y trabaja como carpintero. Despavorida por el suceso y con un enorme sentimiento de culpa, se hace cargo de todo lo relacionado con la hospitalización, gastos médicos y posterior rehabilitación domiciliaria de Ernesto. Cuenta con el apoyo de su marido, que trata de protegerla. La relación de ambos siempre ha sido buena, casi ejemplar, aunque en los últimos años, el encendido entusiasmo de otras etapas había dado paso a una acomodada rutina.

El percance con Ernesto coincide con los primeros síntomas de su menopausia. La noche antes del atropello, Emma había dormido mal, atenazada por violentos sofocos, entre oleadas de sudor y escalofríos.  Está horrorizada solo de pensar de que tales síntomas puedan deberse a la menopausia, eso que hasta entonces, era algo remoto que sucedía  a otras mujeres. Emma no está preparada para ese derrumbe hormonal, pero lo que menos puede imaginarse, es que la temida etapa que se asocia al principio del declive y la senectud, en ella iba a coincidir con el descubrimiento de nuevas sensaciones, de una manera de gozar que jamás había conocido,  de una tremenda energía vital en medio de una eclosión de belleza y deseo. Y sí,  es que contra todo pronóstico, la dulce Emma, la virtuosa esposa, se entrega sin miedos y sin remordimientos a los brazos del joven Ernesto.

Emma, es la típica ama de casa que vive en una sociedad acomodada, casada con su novio de toda la vida, nunca se ha tenido que preocupar por otra cosa que no sea su familia: tiene un marido que la ama y la protege y dos hijos ejemplares. Sin embargo, algo debe ocurrir en su interior, cuando decide echar todo por la borda, para adentrarse en una aventura que nada tiene que ver con lo que hasta entonces era su mundo, una historia que quiebra los cimientos sobre los que se asentaba su privilegiada vida. Pero antes de dar ese paso, y en plena crisis hormonal, vive junto a su marido intensos arrebatos sexuales, un inusitado goce sexual. ¡Qué poder tiene la imaginación para desatar el placer!, y es que Emma hace el amor con Fernando pensando en el carpintero. El pobre marido comprenderá todo más tarde, cuando ella ya ha traspasado esa barrera que la conduce a otra vida, algo que no puede aguantar mucho tiempo sin confesárselo.

Gioconda Belli, en el «Intenso calor de la luna», nos hace un detallado resumen de los síntomas de la menopausia y de los remedios para combatirla. Ya sea de mano de la protagonista, Emma, con una soberbia descripción de sus sofocos y de sus ansiedades, o a través de Jeanina, su ginecóloga, que diserta largamente y de manera muy original sobre las ventajas que aporta el cese de la reserva ovárica, porque como ella dice: La mujer es algo más que una fábrica de hormonas o de óvulos.

Dejando aparte los detalles de la historia, el mensaje que deja la novela es que el goce sexual o el deseo febril, no es un patrimonio exclusivo de la juventud. Y lo que es más importante: que tampoco lo son la ilusión o las ganas.

 

ROSA MORENO

Ginecóloga