Aunque fue en 1995 en la Conferencia Mundial sobre la Mujer en Beijing que se habló del empoderamiento femenino como estrategia para conseguir la igualdad, todas las mujeres entendemos que el empoderamiento está unido a la palabra poder.

Podemos decir que el poder no pide permiso. El poder no espera la aprobación de nadie. El poder actúa en libertad. Son unas máximas muy duras para la forma de hacer del genero femenino que hemos desarrollado la comprensión, la compasión y la empatía de una forma imprescindible para sobrevivir a un patriarcado aplastante lleno de violencia e ignorancia.

¿De qué otro modo hubieran podido sobrevivir los millones de mujeres sometidas?... a través del perdón, la comprensión y en definitiva la humanidad que eleva al ser humano, hombres y mujeres por igual,  a una espiritualidad que hace trascender todas las diferencias.

Pero ha habido mujeres que han marcado una presencia femenina de poder a lo largo de la historia. Estas han sido adoradas por hombres en épocas donde la mayoría de ellas no eran socialmente visibles. Por ejemplo, Cleopatra VII, última reina del Antiguo Egipto, aunque yo prefiero la Reina Hatshepsut que gobernó Egipto en una época anterior y destacó por sus gestas y su humanidad. Pero no hace falta irnos tan lejos, hay mujeres que han elevado nuestra condición femenina para ponernos en el lugar de igualdad que nos corresponde. Sólo desde la condición de igualdad la espiritualidad puede desarrollarse plenamente.

A mi mente acude Rosa Parks que se negó a ceder su asiento a un hombre blanco en un autobús en Estados Unidos en 1955. Era mujer , negra y considerada ciudadana sin derechos. Ella cogió el poder y no pidió permiso, sabía que no aprobarían su acción y decidió en libertad. El resultado fue un despertar en cadena imparable y fue la espiritualidad quien dio fuerzas a hombres y mujeres de raza negra a pedir su igualdad de trato con los blancos.

Sin embargo, hay tantas por nombrar como Ada Lovelace, que fue la primera programadora precursora de las computadoras actuales y quien  inventó el algoritmo que nos llevaría a la tecnología actual. Y no tiene nada de extraordinario que fuera una mujer en lugar de un hombre si no fuera porque las mujeres para poder hacer lo mismo que un hombre han tenido y todavía muchas de ellas tienen que saltar los obstáculos impuestos por una sociedad injusta y patriarcal (cuidado de la casa, los niños etc.).

También pienso en Clara Campoamor, feminista y activista que gracias a ella y otras no nombradas, se consiguió el sufragio femenino en España.

En mi novela  “Las elegidas. Mujeres imposibles de olvidar” las tres protagonistas son mujeres empoderadas y comprometidas con su espiritualidad y valores .Alcanzan la conquista de su espíritu libre y se enfrentan al poder desde  el prisma femenino.

Y esto sólo es un esbozo muy pequeño de mujeres que se convierten en extraordinarias por hacer lo que de forma rutinaria hacen los hombres en esta sociedad tan desequilibrada e injusta.

Sin la espiritualidad, sin escuchar nuestra alma, o nuestra conciencia si lo prefieren, es imposible avanzar y trascender, erradicar el dolor, la rabia, la sensación de impotencia y tantas otras emociones destructivas que nos impiden aspirar a un mundo mejor donde hombres y mujeres iguales caminen juntos y creen una vida de paz y amor verdadero sin competitividad,  inútil para nuestros hijos y toda la humanidad.

 

Margarita Arnal Moscardó

Escritora,  investigadora y especialista en culturas ancestrales 

www.margaritaarnalmoscardo.com