Eduardo Pérez González  “La edad de desmerecer”

Ganador del 1º premio Modalidad 2 (situación vivida por otra persona)

I Premio de Relatos cortos de humor “ella y el abanico” en torno a la meno/andropausia.

Me levanto, café, tostada y al trabajo. Se retrasa. Pasan los días y su ausencia cada vez se hace más evidente. Si yo siempre he sido un reloj para eso…
Él no se da cuenta. Últimamente nuestra pareja se ha convertido en un triángulo amoroso en el que el futbol ha sustituido cualquier signo de atracción sexual hacia mí. Como si las piernas de esos futbolistas sudorosos le atrajeran más que las mías.
Me miro en el espejo. Pues yo me veo divina. Mira que tipín. Voy al salón.
Me interpongo en la trayectoria de sus ojos y la pantalla LED que estaremos pagando los próximos seis meses. Se lo que tengo que hacer. Tengo treinta segundos hasta que su boca se abra para bramar por la jugada de Messi que se ha perdido a mi costa.
Soy directa. «Estoy embarazada»:
Se echa a reír. Y no sé por qué, yo también. Tengo más probabilidades de quedarme embarazada de la lavadora que de mi marido. Además, a ella solo hay que alimentarla dos veces por semana. Mi cabeza empieza a pensar en anuncios de televisión. Don Limpio sí que era un galante. ¡Qué hombre!
Mi fantasía llega a su fin cuando se levanta y me toca el hombro.
«¿Es verdad?».
Hombre, si Ana Rosa ha podido con ello… Y mira la baronesa, que bien lo ha llevado. Sacudo la cabeza para volver a nuestro pequeño salón y le miro a los ojos. Hay que verse que ojos tiene este hombre. Es curioso que la gente cuando envejece nunca pierda ese “nosequé que quéseyo” de los ojos. Por un momento me quedo en babia. Babia es un pueblo de León. Pero que te pasa Loli, vamos chica, arranca.
«Ay no sé, pero vamos que es eso o la menopausia».
Lo he dicho, así, natural. Esas palabras que te hacen en un momento veinte años más vieja de lo que eres. Menopausia.
¡Hay que verse el poder que tiene una palabra!.
Decido ir al médico. Casi nunca me pongo mala, y es una verdadera lástima porque desde luego que el muchacho no puede estar más bueno. Esa es una expresión que he oído en la tele, a una chica que anuncia ropa a la vez que enuncia uno a uno a los hombres a los que se pretende llevar a la cama. Olé ella.
¡Hay que verse con el médico!.
“Pero qué dices Loli, si podría ser tu hijo.
” Silencio. ¿Quién ha dicho eso?.
Lógicamente no me he vuelto chalada, sé que he sido yo. Lo que me asusta es que piense esas cosas.
Hay dios mío, que va a ser verdad lo que dicen de la menopausia. Me he convertido en una de ellas. Esas mujeres de los anuncios de yogur con calcio y pañales de adulto. Tendré que olvidarme del sexo por supuesto, y lo peor de todo, ¡de mi médico!:
Sigo con mi mente en estas cosas durante el chequeo y los análisis. Mi médico se levanta, se quita los guantes como sólo él sabe. Sucede algo parecido a los videos a cámara lenta de los documentales en los que leones comen gacelas. Quien fuera gacela de semejante león. Por dios Loli contrólate.
¿No hace calor aquí?.
«Pues Loli, siento decirle que no está usted embarazada.
» Entonces me doy cuenta, el susto ha pasado. La alegría de no estar embarazada. A mi edad, que pereza. Pero rápidamente la alegría da paso a otra sensación muy diferente.
«¿Está usted triste?».
¿Cómo le explico al doctor éste que lo que estoy es mas salida (esa es otra de las palabras nuevas que he aprendido) que un mono de los del zoo? Si, si, de los que tienen el culo rojo y están todo el día ahí dale que te pego.
«No para nada. ¿Entonces qué me ocurre señor doctor?».
Pronuncio estas palabras como en las telenovelas que veo en verano antes de quedarme dormida después de comer. Con dramatismo y un deje de inocencia veinteañera.
El me mira. Yo le miro, y si no fuera por lo incómodo de la situación yo diría que me pone ojitos. Siempre he tenido éxito entre los jovencitos.
«Todo parece indicar que le ha llegado la menopausia».
Siempre me ha hecho gracia como nos expresamos los seres humanos. «Me ha venido la regla», «me ha llegado la menopausia». Por qué tanto ir y venir, tanto devaneo. Llegar, ir, el caso es no estarse quiero de verdad. Al final uno se marea, lógico. Salgo de la consulta.
Le llamo. «Bueno pues parece que no vas a ser papi».
Le noto alegre. Igual es que el Madrid ha perdido el partido contra su querido Barcelona. Igual es por el susto. Una ya no sabe con este hombre de verdad.
Bueno, supongo que esto es el fin de una era. Con lo que tú has sido Loli. Que por ti se levantaban todos los hombres al montar en el metro. Bueno, igual solo fue esa época que llevaste escayolada una pierna. Pero bien que te miraban a la otra.
¡Claro que sí!.
Enfilo el camino a casa. Perfecto, encima la calle está en obras. Este alcalde no se quedará tranquilo hasta que levante todo Madrid. Lo mismo está buscando petróleo y no nos lo ha contado.
Paso junto a los andamios y cruzo la calle. Siempre me ha dado mala espina pasar por debajo de tanto hierro. De repente ocurre.
«¡Morena! ¡Pero qué mujé má elegante! ¡Si te allego a conosé antes no me caso con la que tengo en casa!».
Y otro de ellos añade a su elaborado discurso:
«¡Estás mas güena que las papas del burguer!».
Me giro. Me empiezan a silbar. Paso por alto sus vulgarismos y lo rudimentario de sus halagos. Me quedo con la chicha, lo realmente importante. Sigo en el mercado.
De repente me siento una diosa. Como las muchachas que se afeitan las piernas en los anuncios de la tele. Están en medio de una piscina y se sienten sexys mientras hacen eso ahí con gente bañándose.
“Ay Loli, pero si eso es una guarrada”.
Bueno, pero yo me entiendo.
Llego a casa levitando. Mis tacones, que nada tienen que ver con el hecho de ir a ver a mi guapísimo doctor, no son ni capaces de hacerme sentir dolor. Me siento estupenda.
Subo los escalones de dos en dos.
Abro la puerta.
Ahí está, donde le he dejado. Y ahí está la otra, la nueva amante de mi marido con sus cuarenta pulgadas de alta definición. Bajo los plomos.
Le agarro y me lo llevo a la habitación.
Antes de dejarme llevar por los calores y la pasión mi nueva vocecilla en la cabeza me dice una cosa al oído. ¡Loli, estás que te sales!:
Por primera vez estamos de acuerdo.
Siento que esto puede ser el comienzo de una bonita amistad

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