Jorge Jarillo,  “Andrés y Mena”

Ganador del 2º premio  Modalidad 2 (situación vivida en segunda persona) 

II Premio de Relatos cortos de humor “ella y el abanico” en torno a la meno/andropausia.

Tengo dos amigos griegos, ya fondones, se llaman Andropausia y Menopausia, aunque yo les llamo Andrés y Mena. Andrés y Mena tienen sus días… y a veces hasta están de buen humor. Por las mañanas mis dos buenos amigos helenos se enfundan en sus chándales de nylon y sus zapatillas NAIK a la última moda; Él es el último grito, ella causa furor.

Mi amigo Andrés se ha pasado al zumo de naranja natural, a los cereales sin gluten natural y al resto de productos que sean naturales, biológicos y hasta sanos… y a la cerveza, naturalmente… sin alcohol, y ha dejado la fabada natural y el cocido madrileño de lado, de una manera que roza la ingratitud, después de que ambos platos, tan vigorosos y calóricos, fueran durante tanto tiempo fieles amigos y compañeros de siestas y modorras vespertinas. Mena, por las mañanas, ha dejado las magdalenas, los cruasanes y la leche entera y los ha cambiado por la fruta y el pan con aceite y tomate de la huerta, que lo acompaña con una insípida pero calcificante leche desnatada, light, sin lactosa, con calcio añadido y a veces, cuando deja que una sardina de lata nade en el caldo láctico, para darle algo de la grasa que le han quitado y para que tenga la consistencia de leche y no de agua pasteurizada, con omega-3.

Cuando ya han desayunado y han llenado sus barrigas de ricos y sanos nutrientes alimenticios, entonces se lanzan, uno al jogging, y la otra, al runnig, con sus chándales y sus zapatillas NAIK perfectamente adheridos a sus cuerpos fibro-fondosos, comienzan con muchas ganas de comerse el mundo y acaban con mucha hambre. Tras reponer fuerzas con bebidas enérgicas, energéticas y energizantes se dan a la meditación trascendental, pasan del jogging al yoga, ponen sus cuerpos al servicio de la mente. Quitando algún ronquido desorbitante y algún bostezo orbitante de origen incierto que se escapa por sus cavidades bucales, el resto consiste en fortalecer sus mentes para que sus cuerpos les obedezcan y los bajones de humor y de hormonas no sean tan notorios como cuando Andrés le dice a Mena que está “gagá” y Mena le responde que él es un “tarugo de tomo y lomo”.

Mena se desnuda en silencio y se acerca a la báscula, a veces sonríe, y a veces, se queja y se toca sus carnes con la misma pasión y las mismas ganas que un pianista de música clásica escucha cantar a Enrique Iglesias a capela, mientras tanto, en las misma habitación y con el mismo proceder, Andrés se mira y se toca su flácido pene y mirando a Mena dice en voz alta “Esta noche, otra vez, cenamos fuera”. Mena hace tiempo que dejó de tener la menstruación y le comprende. A veces hasta echa de menos el periodo y sus síntomas, al fin y al cabo los ha cambiado por otros igual de desagradables.

Ayer, Andrés estaba gruñón, se cansaba enseguida y no hacía más que quejarse de que hacía calor… ¡pero a quién se le ocurre subir las escaleras andando con la bolsa de la compra llena de tomates y pepinos!, le contestaba una, no menos colérica, Mena. ¡Anda, anda échate un rato… que luego tengo clase de francés! … ¿De francés?, ¡pero si tú no sabes francés! … ¡Pues por eso voy a clase, tarugo de tomo y lomo!, ¡Entre los sofocones que tengo y los que tú me das, no gano para sustos y disgustos!

Cuando están descansados de sus quehaceres diurnos aprovechan el tiempo para aplicarse a las nuevas tecnologías. Ahora Mena está creando un grupo de whatsapp con las amigas de los martes, con las que se reúne para aprender francés. Está planeando un viaje a París, pasando por Burdeos a tomar un vinito bordelés, sobrio y áspero, en alguna bodega planificada en la excursión. Además, visitará Niza y Mónaco, para probar suerte en los casinos de la costa azul, quiere aprender a jugar al blackjack y a la ruleta… para no hacer el ridículo y estar a tono con el ambiente. Hasta ayer no pasaba de la brisca y el bingo. Y, por supuesto, reservará un día para ir a Disneyland, cuando era una niña nunca pudo ir y ahora que puede no va dejar pasar la oportunidad de subirse a la montaña rusa y a la lanzadera, por supuesto, con Andrés, que para eso es su marido y van juntos a la excursión, sólo que él … aún no lo sabe.

Una vez que esté todo reservado y pagado, pues entonces… se lo dirá a Andrés que tendrá que aceptar el viaje, tras el cabreo inicial, pero con los años se ha dado cuenta de que es mejor así, porque así el pobre Andrés sufre menos, ya que si le ahorra muchos días de preparatorios que suelen acabar en enfados, día tras día. Ahora todo queda reducido al enfado de un día. Ambos se ahorran calentones y días malhumorados. ¡Perfecto!, piensa Mena ya tengo el viaje y el grupo de whatsapp echa chispas. Andrés que conoce el percal ve en tanta actividad frenética de Mena un indicio de sospecha que poco a poco se irá transformando en certeza absoluta pero como no quiere más problemas que los que le produce el yoga, la báscula y el jogging pues no pregunta y confía en que la ignorancia le traiga la felicidad, o al menos, una ingenuidad manifiestamente placentera. Lo que Andrés no sabes es que cuando los partidos del Mundial estén en su máximo apogeo el estará en un autobús con su mujer y catorce o quince compañeras de francés y sus consortes disfrutando de la carretera, del autobús y, con suerte, del aire acondicionado, en vez de estar en el bar viendo a la selección.

Andrés y Mena tienen una lucha constante contra la frustración, Andrés cuanto más se cuida y menos come más le crece su barriga, mientras que a Mena le ocurre lo mismo pero se queja menos. Se revisan el colesterol, que no hace más que subir, y las hormonas, que no hacen más que bajar, y aun así no se rinden nunca.

Mena desayuna dos veces, antes y después de salir a hacer sus quehaceres matutinos, unas veces porque no recuerda haberlo hecho, otras por fatiga y otras, simplemente, porque tiene hambre. Y por la tarde… a la piscina, que el cuerpo tiene que culturizarse también y la mente relajarse, que nunca viene mal.

Y mientras Mena está en francés, en la piscina o donde quiera que se encuentre su cuerpo y su alma, Andrés descansa de Mena y de él mismo, que aguantarse a sí mismo tiene su mérito, en el sofá en frente de la televisión o de la tarifa plana del internet de banda ancha.

Y así amigos, Andrés y Mena luchan y vencen a la edad, a sus frustraciones y a sus efectos… y ahora os dejo porque me acaban de mandar un whatsapp (con unas cuantas faltas de ortografía), me llaman para ir a vailar toa la notxe… ¡son insaciables, ellos sí que saben cómo divertirse!

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