En las últimas décadas las mujeres han derribado muchos muros en todos los ámbitos de la sociedad y, consecuentemente, lo mismo ha ocurrido con sus vivencias más íntimas. Cada vez son menos los tabúes alrededor de la sexualidad femenina y la evolución ha entrado también en ese terreno, sin embargo, el placer femenino todavía es una asignatura pendiente. 

Algo parecido a una experiencia explosiva y una necesidad casi vital es lo primero que oyen los jóvenes antes de iniciarse en el sexo, para las chicas, en cambio: “va a doler”. El placer fue patrimonio eminentemente masculino durante mucho tiempo y este tipo de mensajes contribuyeron a la invisibilización de prácticas tan comunes y cotidianas como el sexo sin penetración, el apoyo en la lubricación o la prolongación de los preliminares.

FUENTE: Te interesa. es

La generación de finales de los 80 y principios de los 90 llegó con aires nuevos y ganas de saber, pero por el camino, son muchos los falsos mitos, silencios, verdades a medias y deseos insatisfechos que se han normalizado.  A pesar ello, el cambio de perspectiva es evidente y el progreso en este sentido ha ido a pasos agigantados. Hablar con Merce y Sara es prueba de ello.

Sara tiene 31 años y Merce 63, a ambas las separan más de 30 años y la vivencia de su sexualidad ha sido muy diferenteEn casa no recibí educación sexual, ni en la escuela tampoco, no recuerdo que en casa se hablara de sexo ni que yo preguntara”, recuerda Merce. Sin embargo, Sara llegó más decidida: “Yo sí que preguntaba de vez en cuando, pero las contestaciones eran excusas, con mis amigos es un tema bastante común”. Si nos remontamos más atrás encontramos lagunas impensables para muchas mujeres de hoy, se confirma que la tendencia hacia la evolución y la liberación de las mujeres viene de largo. Merce explica lo que descubrió cuando, ya de adulta, se atrevió a conversar con su madre de sexo: “Hablando de sexualidad a veces le he hablado de mis orgasmos y el clítoris y ella ni si quiera lo había conocido”.

Los falsos mitos generan inseguridades en hombres y mujeres 

Mónica Ortíz, sexóloga, conoce bien la historia de mujeres que nunca lograron relaciones satisfactorias y tiene claro dónde empiezan las carencias: “El problema son los estereotipos, hay  que desterrarlos porque se utilizan sobre nuestra sexualidad y a nosotras nos hacen infelices, pueden alejarte de una sexualidad que merezca la pena”. Con este objetivo Mónica imparte el ‘Taller de sexualidad femenina para hombres heterosexuales’: “Hablamos de cosas básicas como anatomía, comprender que lo que tienes delante es una persona que no se ajusta a un modelo concreto que no sea el suyo propio. La sexualidad es mejor desde el respeto y sin estereotipos. El feminismo en la cama pasa por esto, entender que nuestros placeres son distintos, conocer a la otra persona, sus necesidades, y respetarlas”, explica.

La comunicación en la pareja parece ser la clave para acabar con estas ideas predeterminadas y erróneas y conocer los deseos particulares de cada mujer. Merce, a pesar de pertenecer a una generación con más sombras que luces en el conocimiento de la sexualidad femenina, optó por tomar las riendas, normalizar, y hablar sin tapujos: “Nunca me he reprimido a la hora de expresar mis deseos, más bien les ayudaba a cómo tocarme mejor, sobre todo el clítoris”. Justo ahí es donde, bajo su experiencia como profesional, Mónica Ortíz ha detectado más carencias, ha existido un rechazo general a hablar y dejarse enseñar: “Detecté una queja generalizada en torno al clásico ‘déjame a mí que yo sé cómo se hace’ de los hombres y las ganas que tienen ellas de hacerles ver que la única que sabe cómo funciona una misma eres tú”.

La tendencia a respetar el placer del otro se acentúa cada vez más, el placer equitativo va ganando espacio y poco a poco las prácticas falocentristas van siendo desterradas. Alberto Gooding, responsable de Comunicación de LELO en España, que comercializa con juguetes sexuales, asegura que el mercado también ha tenido que adaptarse a estas nuevas demandas:“El objetivo es abandonar esas figuras falocéntricas en detrimento de objetos mucho más sofisticados. El clásico juguete en forma de pene es cosa del pasado, ha desvirtuado mucho la esencia de los juguetes eróticos, convirtiéndolos en objetos sexuales agresivos para algunas personas, que no satisfacen a muchas mujeres y dificulta la posibilidad de alcanzar cierta estimulación”, señala.

Centrar las relaciones sexuales en el pene y la penetración es quizá el error que más ha transcendido a todas las generaciones. Con 63 años, Mercè no lo duda: “En mis relaciones durante mucho tiempo fue así, yo nunca llegaba al orgasmo solo con la penetración”, pero el relato de Sara, de solo 31, no es muy distinto: “Sin lugar a dudas las mujeres seguimos teniendo un problema muy serio con disfrutar de nuestro cuerpo y exigir nuestro placer en las relaciones sexuales que mantenemos. Todavía llevamos una carga muy grande en ese sentido”.

Las relaciones falocéntricas no solo no funcionan y generan satisfacciones a medias, sino que son origen de complejos y vergüenza para muchas chicas: “Sobre todo en mis primeras relaciones sexuales he sentido pudor hacia mí misma, como si un acto tan normalizado como una felación femenina, pudiese darle asco a la persona con la que estuviese manteniendo esa relación sexual”, cuenta Sara.  Sin embargo, el peso en este caso no recae solo sobre las mujeres, Mónica Ortiz trata con muchos hombres y la idea mitificada de que su predisposición al sexo es incansable también genera inseguridades: “Llama mucho la atención de la sexualidad masculina hasta qué punto regula su autoestima, si funciona bien en la cama la tiene asegurada y si no, hay crisis vital. Es una cuestión cultural que se les haya enseñado a expresar emociones con su sexualidad y puedan llegar a no tener herramientas para relacionarse fuera de la cama afectivamente”.  

La indiferencia hacia el placer femenino ha sido una cuestión tradicional. Si en algo coinciden Sara y Merce es en que el origen es transversal y ha traspasado todas las generaciones que las separan. Merce cree que “las mujeres no contábamos para nada, éramos un objeto bonito, que le cuidaba y daba placer”. Sara coincide y va más allá: “Hemos sido sólo eso, una costilla. Las mujeres somos una clase social para los hombres y la sociedad”.

Quizá por eso las generaciones de mujeres de los últimos años son las mayores compradoras de juguetes eróticos, con algunas diferencias respecto los patrones de consumo de ellos: “Ellas adquieren este tipo de productos pensando en sí mismas, por eso el rango de opciones destinadas al placer masculino es inferior al del placer femenino, no existe una cultura de tanto consumo dentro del público masculino, que sí que compra, pero para regalar”, explican desde LELO.

El sesgo en las tendencias de los consumidores también se ha acentuado en otras industrias con la evolución de la sexualidad femenina y el autoconocimiento. Con más de sesenta años, Merce recuerda que acostumbraba a ver porno con su segunda pareja para excitarse, sin embargo, 30 años después, Sara lo ha visto sola y ya no encaja del todo un producto audiovisual tradicionalmente hecho por y para los hombres y por tanto, con escenas que se recrean en el placer masculino: “He sido consumidora de porno, y no niego que he sentido excitación, pero si es cierto que bajo mis preferencias a la hora de masturbarme tengo otros medios, que no niego que sean visuales, pero quizá busco otro estilo”, asegura.

«La juventud y adolescencia está apretando las tuercas, se cuestionan sus relaciones, también las sexuales»

Los adolescentes siguen siendo el rango de edad más reticente a la compra de productos de juguetería erótica, por pudor o por control parental. Sin embargo, Mónica Ortiz ve un cambio generacional positivo y asegura parten de un lecho distinto: “Es evidente que los jóvenes y su cultura ya son permeables al feminismo”. Si las jóvenes han cambiado, los chicos no se quedan atrás y se interesan en otras formas de relación: “Los adultos tendemos a no verlo porque somos muy adultocentristas, pero la juventud y adolescencia está apretando fuerte las tuercas. Como sexóloga, me hace ilusión que vengan con ganas de cuestionarse sus relaciones, también las sexuales. Parece que el motor de la evolución hacía una sexualidad generosa pasa por estar dispuesto a explorar todas las texturas, hablar, preguntar y escuchar.

Además, Mónica quiere destacar que el giro que más le ha sorprendido a lo rango de su carrera ha sido en el rango de las mujeres maduras: “Desde que empecé hasta ahora cada vez hay más mujeres mayores que hablan de su sexualidad, ese ha sido para mí el cambio más grande”, Merce lo confirma sin ninguna duda con su propia experiencia: “De joven sí que tenía pudor y no hablábamos de sexo. Ahora es una conversación común con mis amigas y conocidas hablar de sexo, de menopausia y de cómo nos sentimos”.

La cama sigue siendo territorio de conquista, pero, en general, los años van jugando a favor de las mujeres en el sexo. Aunque queda terreno por explorar, en unas décadas las nietas de las mujeres que no habían experimentado un orgasmo ni sabían situar su propio clítoris, se encuentran exigiendo su espacio en las relaciones íntimas heterosexuales, hablan de porno, comunican sus deseos y piden sexo oral recíproco y satisfactorio. Quieren más tiempo para ellas en la cama y lo quieren de calidad.