En este interesante artículo se recalca que quizás, la crisis de la que tanto oímos hablar es culpa de nuestra actitud y de «nuestra ansia de comodidad».
Fuente: http://dianallapart.com/la-era-de-la-comodidad/
Me hace gracia esto de la crisis. Todo el mundo habla de ella, se queja de ella, recuerda tiempos mejores en los que sí estaba ella –pero escondida, y así como no la veíamos pues no le hacíamos ni puñetero caso-, se habla de cómo otros pueden enfrentarse a ella, cómo los políticos tienen que enfrentarse a ella y un sinfín de situaciones más en las que siempre acaban incorporando la palabra ella (crisis para aquellos que no han caído a qué hace referencia el pronombre).
Y me hace una gracia extraordinaria porque todos vemos lo que hay, pero muy poquitos están dispuestos a modificar algo de su comportamiento para que la sociedad en global funcione.
Y hasta que esta visión, la de que para que todos ganemos hemos de partir de la base de nosotros mismos DEBEMOS cambiar nuestra forma de actuar con el otro, teniéndole en cuenta, sentir que forma parte de nosotros y que lo que a él le afecta tarde o temprano nos afectará a nosotros, vamos mal…yo diría que vamos hacia el colapso total.
La historia de la humanidad se divide de la siguiente manera:
- Edad Antigua (hasta el siglo V aprox.) El hombre evoluciona hasta convertirse en un ser racional (en la mayoría de los casos) Mesopotamia, Egipto, Grecia, Roma…Ni os cuento todo lo que fuimos capaces de inventar!
- Edad Media (hasta el XV aprox.) para bien o para mal inventamos la religión de modo teocentrista (me imagino que para echarle la culpa a un solo dios -es que sino diversificamos esfuerzos y eso nos cuesta…-), la imprenta, la brújula, la cámara oscura (precursora de la cámara fotográfica), las gafas, armas de fuego, el tornillo y supongo que alguna cosilla más dentro del mundillo del arte y la arquitectónica (y lo digo con mucho humor porque la arquitectura románica me apasiona…)
- Edad Moderna (hasta el XVIII aprox.) Inventamos los estados modernos y fuimos sublimes en cuanto a Arte, escritura y arquitectura (desgraciadamente el tema religioso se complica bastante más), se inventa el microscopio, el piano, la lente de precisión, el submarino, el automóvil, el telar, la turbina de gas y una barbaridad de cosas más.
- Edad Contemporánea (hasta el XX aprox.) Inventamos la anestesia, el elástico, la conservación de alimentos, máquina de coser, lentes de contacto, lavadora, tostadora, la bombilla, la hoja de afeitar, los fideos, el soldador, el spray, microondas, el radar, bomba de fisión atómica, la tele y otra barbaridad de cosas más que todos conocemos.
- Edad de la Comodidad (de finales del XX hasta la actualidad) Inventamos internet y el sofá que se acopla a nuestro cuerpo como un guante para tener que movernos lo menos posible y tomar las mínimas decisiones. Inventamos la queja como modo de eludir nuestra responsabilidad en cualquier tipo de conflicto o problema. Inventamos el “adaptate tú a mis necesidades y no me toques los windis ni me expliques tu vida que hoy no me quiero mover”, este último invento viene con un anexo de serie el “y si sale mal la culpa siempre será tuya”.
Vaya evolución ¿eh?
En la edad de la comodidad donde nos encontramos hay un claro patrón, el de la política del no-esfuerzo. Estamos tan absolutamente habituados a tenerlo todo fácil y a que otros hagan las cosas por nosotros, que lo que antes era una acción de amor de ofrecer una posibilidad, se ha convertido en obligación y exigencia de quien lo recibe.
Exigimos de otros que cambien sus horarios para que cuadren dentro de nuestra comodidad, que cambien su forma de vida para que la nuestra sea más cómoda, ¡qué más da si ellos tienen familia, o vida, o cosas que hacer! Mientras escuchen lo malísimamente mal que estoy (sin darme ideas para poder sentirme bien, !que eso me enfada!) y me lo pongan fácil para poder hacer el mínimo esfuerzo, a mí plim.
¿Alguna vez os habéis parado en observar todo lo que tenéis a vuestro alrededor? Y no estoy hablando de amor, amistad y todo ese rollo de amor incondicional que ahora está tan de moda blandir y tan etéreo de confirmar de forma real por otro lado. Estoy hablando, por ejemplo, de la música que os relaja cuando estáis en un restaurante; ¿os dais cuenta que alguien la ha compuesto para que vosotros la escuchéis? La respuesta es no. En lugar de eso, atacamos con gula el filete que humea en nuestro plato mientras lo acompañamos de dos sonoros sorbos de vino, añadiendo quejas que se van elevando para hacerse audibles entre todas las demás dentro del local.
Hay mil cosas que enriquecen nuestras vidas, millones, pero estamos tan acostumbrados a ellas que apenas las percibimos.
Creo que para salir de todo esto en lo que estamos metidos, debemos empezar a reconocer todas esas cosas que alguien ha hecho por nosotros, valorarlas, disfrutarlas y agradecerlas.
Y después hacer cosas pensando en que los demás las valorarán, disfrutarán y agradecerán (muy lejos del “yoísmo” actual). Este es el camino real para ser empático con todo lo que nos rodea y comenzar a trabajar en grupo, trabajar los intereses grupales que, al fin y al cabo, son los nuestros. Si tú ganas yo gano (por este orden), no tendremos salida si no.
Espero y deseo con toda mi alma que en esta Era de la Comodidad podamos también incluir el invento de la Política del esfuerzo y el trabajo en equipo.
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