¿Y si no existiera la fuerza de voluntad? Llevo un tiempo sospechando que realmente no existe. La fuerza de voluntad, se define como la capacidad humana de esforzarse cuanto sea necesario para hacer algo concreto. Con frecuencia viene vinculado a cosas que nos cuestan muchísimo pero que consideramos que “tenemos que hacer”.

En el hemisferio norte, después del verano, en el que parece que las preocupaciones se “suspenden”, regresamos en septiembre a “iniciar un nuevo curso”. Un nuevo ciclo en el que tal vez nos planteamos nuevos retos o retomamos nuestros objetivos y metas personales. Y vuelve a hacer su aparición el “tengo que”…

Cada vez escucho más aquello de… “es que a mí me falta fuerza de voluntad”. (Imagínate la frase dicha en un tono auto-inculpatorio que, claro, te deja la autoestima a la altura del barro, muy poco preparada para abordar ninguna tarea difícil o esforzada. ¡Empezamos en desventaja!)

A lo mejor es una epidemia… Y sin embargo, si a tanta gente nos falta la fuerza de voluntad, ¿no será más sensato pensar que no es un recurso que venga de serie con el género humano? ¿Y si es en realidad un raro fenómeno que sólo se da en un número determinado de personas que desarrollan la mutación “fuerza de voluntad” a lo largo de su vida?

Si miro a otras especies se demuestra que es específicamente una “capacidad humana”. No existe ningún otro ser vivo que piense que es necesario tener algo parecido a la “fuerza de voluntad”. Ninguna otra especie del planeta se plantea la necesidad de esforzarse hasta límites insospechados por “tener que hacer algo concreto” más allá de lo que le demanda su naturaleza, su supervivencia o su bienestar.

En la naturaleza todo tiende al mínimo esfuerzo y máximo equilibrio. Por eso los animales se mueven por la fuerza del deseo o del instinto, no por la fuerza de voluntad.

Mi propuesta es sencilla… Considera por un momento que la fuerza de voluntad no existe. Deja de plantearte esfuerzos titánicos para conseguir cosas que te impones, y busca en cambio las razones o estímulos que te hacen sentir BIEN para perseguir tus objetivos y deseos. Busca la ventaja, mejora o bienestar que obtendrás al conseguir dicho objetivo.

Un ejemplo. “Tengo que aprender inglés”. En el último año he tenido a dos campeones en mis cursos: a pesar de sus jóvenes 40-50+, sin gran base anterior y tras habérselo propuesto sin éxito “a fuerza de voluntad” durante años…  ¡¡Han conseguido empezar a hablar inglés!!! No se han pegado ninguna panzada de estudiar, ni han ido a aburridísimas clases… Simplemente han ido haciendo cada día lo que se proponían para conseguir obtener algo que realmente deseaban, un Certificado de Profesionalidad y leer un libro, respectivamente. Cuando dejaron de empeñarse tercamente en “tengo que hablar inglés”, consiguieron relajarse, disfrutar de las canciones de Youtube, empezar a pillar frases en pelis inglesas, entretenerse con los crucigramas… Y terminaron aprobando la prueba final de inglés del curso de Comercial para el Comercio Internacional.

“Distrajeron al cerebro” de un empeño que se les hacía cuesta arriba, se enfocaron en otra cosa y disfrutaron del viaje. Ahora están lanzados… y se han apuntado a otros cursos en los que mejorarán su nivel en esa lengua.

Cuando abandonamos el “Tengo Que” y nos abonamos al “Deseo fervientemente”, dejamos de lado el esfuerzo, y pasamos a dejarnos llevar por ese chispeante “¿Te imaginas que ya tuviera esto que deseo?”, que nos lleva casi en volandas a conseguir nuestro objetivo.

Por eso, este septiembre, si dejaste “pendientes” algunos objetivos en juniote invito a que te convenzas de que no existe la Fuerza de Voluntad y re-formules tus objetivos desde la fuerza del Deseo. Me encantará que me cuentes tus resultados, me servirán a la hora de comprobar la veracidad de esta teoría mía de que “La Fuerza de Voluntad no existe”.

Marta Arellano_DSC0876.jpg copia

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