Producen cáncer, aumentan el peso y engordan, te salen más pelos, disminuyen el deseo sexual además son muy malas para la salud. Todas estas catástrofes y bastantes más son atribuidas popularmente a las hormonas. Hay muchas ideas erróneas sobre estas sustancias increíblemente importantes. Tal vez ha llegado el momento de explicarlas.

No solo tienen hormonas los humanos y animales, sino también los vegetales. ¿Pero qué son las hormonas? En realidad se pueden definir de una manera sucinta como sustancias secretadas por unas células especiales que tienen como fin emitir señales a otros órganos o tejidos

Si la señal se produce en la misma célula que la sintetiza, se conocen cómo hormonas autocrinas, si ejerce un efecto próximo, hormonas paracrinas. Si por el contrario actúa a distancia sobre las células receptoras, hormonas endocrinas. Cuando hablamos de hormonas hay que tener en cuenta que es un término general ya que existen en el organismo casi un centenar de sustancias conocidas con las características descritas con funciones diferentes y complejas.

Las hormonas participan en la biología y en el comportamiento humano. Controlan funciones corporales decisivas y necesarias para la vida, el crecimiento, la reproducción, el almacenamiento de energía, la inmunidad, el ritmo cardíaco, entre otras actividades. La secreción de hormonas circulantes en nuestro organismo es mínima, se necesitan cantidades exiguas para que produzcan cambios importantes, por ello un ligero exceso o una disminución en la producción pueden producir graves trastornos en el cuerpo humano.

La mayor fuente de producción de hormonas está en una pequeña glándula de tan solo diez milímetros de tamaño, localizada en la base del cerebro que se denomina hipotálamo, junto con otras, hipófisis, cuerpo pineal; externas al cerebro: las glándulas suprarrenales y paratiroideas; en órganos: riñón, páncreas, tiroides, estómago, corazón, ovarios, testículos, y placenta; en tejidos: epidermis y adiposo.

Algunas son muy familiares, la insulina, el glucagón, la melanina, la prolactina, el cortisol, otras son menos, adiponectina, vasopresina, colecistoquinina, ghrelina, incluso otras totalmente desconocidas, la mal denominada vitamina D, que no se trata de una vitamina como es conocida familiarmente, sino de una hormona.

Sin embargo, las hormonas han sido y son todavía víctimas de ideas erróneas como las conocidas colectivamente como estrógenos son acusadas, vilipendiadas y lideran las cuotas más polémicas.

El estrógeno en realidad no es propiamente una hormona, ni siquiera una hormona exclusivamente femenina. El término estrógeno es un apellido común, no es una sustancia única, abarca un grupo de hormonas esteroideas que tienen en común una estructura químicamente similar. Tampoco son exclusivamente femeninas, es cierto que se producen principalmente en los ovarios y son abundantes en las mujeres, pero también se encuentra en los hombres y en diferentes tejidos fuera de los ovarios.

Los estrógenos son uno de los grupos que incluyen hormonas esteroideas. Existen principalmente tres formas, el estradiol, más abundante en la mujer fértil, el estriol presente en la mujer embarazada y la estrona en la mujer menopáusica.

Las hormonas esteroideas están implicadas en muchas funciones diferentes, y tienen una misma procedencia. Todos los estrógenos derivan de los andrógenos, procedentes de la conversión de la principal hormona sexual masculina, la testosterona, a su vez deriva del colesterol, dando lugar a más de una familia de hormonas. Estos cambios de colesterol a testosterona y de esta a estrógenos, en esencia se producen en las gónadas, y en las suprarrenales mediante unos enzimas clave, cuyo mal funcionamiento puede ser causante de patologías relevantes.

Las hormonas esteroideas del grupo que comprenden los estrógenos y progesterona pueden tener un origen natural y sintético, tanto unas como otras se emplean como fármacos en ciertos trastornos, por lo general, cuando es necesario compensar su falta o aumentar sus niveles si son menores de lo normal. Además también se utilizan más allá de enfermedades para circunstancias contradictorias y diferentes, anticoncepción, fertilidad y menopausia.

Las hormonas tienen mala prensa para unas cosas si y para otras no. Mientras que una alteración de tiroides son tratadas a las pacientes con hormona tiroidea como en el caso del hipotiroidismo, o insulina en el caso de diabetes, estas situaciones por lo general las mujeres las viven con normalidad, y los medios de comunicación no crean sobresaltos. Sin embargo, cuando se trata de hablar de hormonas esteroideas salta la alarma, exceptuando los casos en las mujeres que se someten a tratamientos de fertilidad. Las dosis hormonales es de todos conocido que son elevadas necesariamente para estimular los ovarios y, resulta paradójico que en estos casos, las mujeres no viven la terapia hormonal como una agresión al organismo.

En cambio los tratamientos en la menopausia por la deficiencia y pérdida de hormonas mediante terapias de reemplazo de hormonal (TRH) que consisten en estrógenos y progestágenos o estrógenos solos son acusados de tratamientos antinaturales, agresiones al organismo incluso se han llegado a decir que producen la muerte. Estos mensajes han sido el resultado de una información incompleta que explosionó en los medios de comunicación en el año 2002 tras conocerse los resultados de un trabajo sobre la Iniciativa de Salud de las Mujeres (WHI, en sus siglas en inglés). El estudio WHI encontró que las mujeres con TRH a largo plazo podrían estar en un mayor riesgo de cáncer de mama y que los riesgos para la salud en general de esta terapia podrían superar los posibles beneficios.

Pasado un tiempo los resultados del estudio WHI fueron nuevamente evaluados y llegaron a ser criticados principalmente por el diseño del estudio. Bien es cierto que a partir de ese momento, la TRH se prescribió de manera más conservadora con opciones de dosificación más bajos. Después de los años transcurridos la endemonización que sufrió la TRH, los nuevos resultados obtenidos y las rectificaciones posteriores no han conseguido tener el eco en los medios de comunicación suficiente para que las mujeres, incluso algunos médicos no especializados, hayan conseguido levantar el estigma.

Lo mismo ocurre con los anticonceptivos hormonales aun conociendo que son altamente eficaces, también tienen connotaciones negativas. No solo tiene una alta eficacia para el control de la fertilidad, sino que además tienen otras propiedades como el control del ciclo, mejoran del acné, cabello graso, alivian los dolores menstruales, disminuyen los quistes de ovario, el cáncer de endometrio, el de colon, mejoran los focos de endometriosis y previenen la osteoporosis, entre otros beneficios. Sin embargo, algunas mujeres se cuestionan y atribuyen sin razón y sin ningún estudio científico que lo avale que el uso continuado puede afectar a su salud, creen que alteran a la esfera sexual, engordan y producen cáncer, y no es cierto.

Nos cuesta recordar que en la década de los años 60 apareció el primer anticonceptivo hormonal en Europa desde entonces hasta hoy han aparecido multitud de preparados. La píldora como familiarmente se conoce – aunque hoy en día ya existen preparados a base de implantes, parches, aros, inyectables – ha sido considerada como una de las diecisiete moléculas más importantes de la historia de la humanidad.

Olvidamos que en 1978 nació en Inglaterra el primer niño probeta y desde entonces la medicina reproductiva mediante tratamientos hormonales ha dado un gran avance. Muchas mujeres estériles desde entonces han podido llegar a ser madres, incluso pueden preservar la fertilidad las pacientes que han sufrido una enfermedad grave como el cáncer.

Los cuidados frente al envejecimiento y los tratamientos de reemplazo hormonal en la menopausia garantizan una mayor calidad de vida de las mujeres. Presentan beneficios bien documentados además de disminuir y llegar a desparecer toda la sintomatología que acontece en el climaterio, tienen efectos añadidos, mejora el epitelio de la vagina, reducen la patología cardiovascular, mejoran el suelo pélvico y hay menos incidencia de incontinencia urinaria, aumentan el colágeno de la piel y mantienen la densidad mineral ósea.

El crisol de procedimientos con los tratamientos hormonales ha logrado grandes avances médicos y científicos en beneficio de las pacientes. No todos los tratamientos son iguales, ni en todas las mujeres están indicadas por igual, pero no por ello podemos culpar a las hormonas esteroideas y darles un suspenso inmerecido.

Las hormonas y especialmente las esteroides –estrógenos y progesterona, requieren entenderlas e interpretarlas ya que cada mujer es individual. El ginecólogo/a puede informar y aconsejar sobre la posibilidad o necesidad de ser tratadas cada paciente según sus circunstancias, con o sin hormonas, para poder disfrutar de la vida ya sea en el terreno de la sexualidad, de llegar a ser madre o de mejorar la calidad de vida en la menopausia.

 elena ruizDra. Elena Ruiz Domingo

Especialista en Obstetricia y Ginecología y Medicina del trabajo.
Master en Patología Mamaria.
Licenciada en Medicina y Cirugía.
Diplomada en Sanidad.