Que en general no sepa de dónde viene la palabra bruja cabe dentro de lo factible, pero que las mujeres no lo sepamos y menospreciemos el término, o se tome a chiste o  nos avergoncemos justificandolo  con una risita – entre “jajaja bruja pero buena….jaja” o “sí soy brujita jajaja”-  y todas esas incómodas y poco sólidas respuestas que a veces damos ante alguien que nos llama bruja, eso no nos lo deberíamos permitir.

Si bien la palabra no tiene una clara y precisa etimología, lo que sí en todos los casos se sabe es que la mayoría de las llamadas brujas fueron mujeres y que la magnitud de la persecución, procesamiento y eliminación de las que fueron objeto habla de la fuerza y el poder de lo perseguido. 

Esta fuerza y poder venía del conocimiento, del saber y del uso y prácticas que las mujeres desde el Paleolítico Superior de 60.000 a 40.000 a.C. hasta la época precristiana cultivaron como parte de su condición y aporte como mujeres a la familia humana.

Se sabe que ese conocimiento se fundamentaba en cosmovisiones que tenían como soporte a la Naturaleza. Esta servía como maestra y guía espiritual de la comunidad humana de entonces. Los bosques eran los templos naturales para realizar los ritos que conectaban con lo transpersonal, con las fuerzas de la Naturaleza con las cuales se  tenía que “pactar” para garantizar la sobrevivencia de cada uno en particular y de la familia toda en general.

Este “pacto” se hacía a través de rezos, ritos, ceremonias, fiestas en las que se le rogaba, honraba y veneraba a cada elemento convertido en deidad para que permitiese un buen vivir. Se trataba de pedir a la lluvia por una buena cosecha, al sol y a la tierra por la fertilidad de los animales y de las mujeres, al agua por el alimento y el cultivo de la  vida, a la luna por ser la que guiaba los ciclos del tiempo sincronizados con el ciclo en ellas mismas.  Honraban  los alimentos divinos como la leche que alimenta las crías humanas y mamíferas.

Conocedoras de la vida eran también las regidoras de los partos, curadoras de los enfermos y enterradora de los muertos. Todos estos saberes eran guiados por mujeres que durante miles de años mantuvieron  y honraron la vida a través de la vida misma; de  las medicinas naturales, de los procedimientos naturales donde cabe por igual la vida y la muerte, cada uno con su rito ceremonial.

A lo largo de los milenios estas cosmovisiones y sus prácticas  dieron paso a una cultura donde lo principal era la preservación de la Vida, la comunidad, la armonía que permitiera a los hijos, hombres, mujeres y a todo lo sintiente  vivir pacíficamente, honrando así la vida con todas sus manifestaciones.

Este era el poder de las mujeres y ellas mismas sus  guardianas.  Era una civilización ya para entonces milenaria cuando arribó la cultura de la espada con el objetivo de la conquista de esta  cultura asentada en  tierras fértiles.  El proceso de implantar un gobierno jerárquico conformado por guerreros  fue largo y violento, no era fácil borrar miles de años del inconsciente colectivo.  Esta conquista se hizo bajo el poder de la espada,  la violencia y la obligación de adorar a un solo Dios a imagen y semejante únicamente del hombre sin ninguna imagen femenina.  Para su abolición se utilizaron  métodos como la prohibición y el castigo, la tortura,  la demonización de todas sus prácticas con la consecuente caza y quema de 6.000.000 de mujeres consideradas brujas e hijas del diablo.  

Así la cultura de la espada que a la postre lleva más de 5.000 años fue acabando con miles de  años de historia, una historia repleta de violaciones y abusos de todo tipo más allá de las miles de  violaciones físicas para embarazar a las mujeres, una estrategia clásica de guerra.  Estas tribus indioamericanas conquistaron tierras y lo que habitaba en ellas,  saquearon y prohibieron bajo pena de muerte la adoración de las deidades femeninas creadoras, las conocidas “venus” de las cuales se encontraron más de 3.000 estatuillas entre Francia hasta Siberia. 

Se fue prohibiendo bajo pena de muerte, tortura y ejecución,  toda manifestación de la cultura de la Diosa y con ello el conocimiento de la sanación y cura a través de las hierbas incluyendo aquellas para la inducción al parto y la anticoncepción así como  el acto ceremonial y ritual a la Gran Madre Creadora, el culto a los cuatro elementos y otras prácticas que también  se persiguieron.  

Este saber estaba en manos de las mujeres y sus guardianas eran las sacerdotisas, sanadoras, visionarias y brujas de la Europa precristiana dicho en palabras más cercanas a nosotras; las brujas eran las chamanas de la Europa precristiana por lo cual cuando nos digan brujas,  nos toca reivindicar la memoria de esas nuestras ancestras guardianas de la Vida/Muerte/Vida. 

Ayudemos a quitarle la connotación demoníaca a la palabra bruja y honremos a nuestras antepasadas que murieron quemadas y torturadas levantando la memoria con sus prácticas que eran para cuidar el gran poder del amor.

Hoy día todas las que son chamanas, visionarias, sanadoras, terapeutas, herbolarias, psicólogas, doulas, parteras, mujeres medicina o simplemente mujeres,  cada una con su propia medicina, son las BRUJAS de antaño!.

¡RESPETEMOS Y HONREMOS SU SIGNIFICADO!

HORTENSIA CARRER

 

Hortensia Carrer

Psicoterapeuta y analista jungiana. Hortelana del alma.