La bella Lou nació en una época en la que la mujer no tenía derecho a votar, ni podía administrar libremente sus bienes. A finales del siglo XIX, la mujer estaba excluida socialmente, sin más función reconocida que la de madre y esposa.
Sin embargo, en ese mundo dominado por hombres, Lou halló su espacio y brilló con luz propia ante los hombres más destacados de su tiempo, en los que dejó una imborrable huella.
Para la mujer de aquella época, la educación era un privilegio al que solo podían acceder las nacidas en familias aristocráticas. Lou nació en San Petesburgo, en 1861, en el seno de una de estas familias, por lo que gozó de una privilegiada infancia. Desde muy pequeña, destacó por su inteligencia, su fuerte personalidad, su espíritu de independencia, y por una curiosidad incansable por todo lo que la rodeaba. Su educación fue confiada al pastor protestante Gillot, quien le mostró los clásicos y le dio clases de filosofía. Casado y veinticinco años mayor que ella, no dudó en dejarlo todo y pedirle matrimonio: ella lo rechazó sin contemplaciones.
En su espíritu comenzaba a gestarse una fuerte autodeterminación de defender su autonomía sentimental e intelectual, la entonces adolescente Lou juró no enamorarse nunca y renunciar a toda experiencia erótica en pro de cultivar su mente.
Cuando tenía diecinueve años, Lou viajó a Roma, dónde conoció a dos jóvenes filósofos, Paul Rée y Nietzsche, con los que trabó una gran amistad que dio lugar a un proyecto de convivencia basada en un concepto de fraternidad ideal, pero el enamoramiento de ambos filósofos dio al traste con tan idílico fin. Lou rechazó las proposiciones de matrimonio de uno y de otro. Se dice que ese rechazo fue la causa del suicidio de Rée, y que también dejó muy marcado a Nietzsche.
Su intensa actividad intelectual, le hizo viajar por las capitales europeas por las que bullía el espíritu de finales del siglo XIX. En Berlín, conoció al orientalista Frederik von Andreas con quien se casó a los treinta y cinco años. Fue un matrimonio de conveniencia que no llegó a consumarse. Sin embargo, aunque cada uno hacía su vida, estuvieron casados 43 años, y el hogar conyugal era el lugar al que ella sabía que siempre podía volver,
Un año después de su matrimonio, Lou conoció en Munich al poeta Rainer Maria Rilke, quince años menor que ella, y esta vez el enamoramiento fue completo. Rilke, fue el único hombre que hizo tambalear su pensamiento: ella prefería el contacto espiritual e intelectual antes que el físico. Se dice que Rilke fue el primer hombre con el que tuvo relaciones sexuales. Lou, además, ayudó a Rilke a decidir su compromiso artístico, y en cierto modo ejerció de protectora y terapeuta. Pero ella era demasiado inquieta para instalarse en una relación pasional, por lo que pronto se separó de él. Sin embargo, su unión inspiró a Rilke sus mejores poemas, y se cartearon hasta la muerte de Rilke.
ROSA MORENO
Ginecóloga
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