Bajo el título » No es calor, es la menopausia», EL PERIÒDICO ha publicado en doble página, un resumen de lo que ha sido mi vida y resulta cuando menos impresionante verla escrita, pero sobre todo me siento muy, pero que muy orgullosa de ver que en ella , me acompañan las 10 mujeres que participaron el Jueves 16 de Octubre del 2014, en el desfile de la inauguración del II FÓRUM DONA I MENOPAUSA que terminó con LLENO TOTAL el sábado 18 de octubre, Día Mundial de la Menopausia.
Yo, que soy una mujer que nació en un ( por entonces) pequeño pueblo, jamás me habría podido imaginar que mi vida saldría en un periódico y menos que ello fuera debido a la menopausia :):):).
Yo viví la menopausia como una crisis. Una crisis total.
Al principio, lo que más acusé fue el insomnio. De dormir como una marmota pasé a despertarme con el vuelo de una mosca. Afortunadamente, por las noches me salvé de los sofocos. Hay mujeres que, en plena madrugada, deben cambiar las sábanas porque están empapadas. Yo no. A mí me venían de día. Vivía con un abanico en la mano, tenía uno de cada color.Empecé a ponerme jerséis con cremallera. Cuando me subía el fuego por el cuerpo, me la bajaba y cogía el abanico. Si alguien me decía: ¿tienes calor? Yo contestaba: «No es calor, es la menopausia».
También tuve mucha irritabilidad. Me venía de forma inesperada. Iba a comprar fruta y cuando salía de la tienda me decía: «¡La que he montado por una manzana!». Ya ni cuento lo que me salía de la boca si me llamaban de alguna telefónica.
Aquello era totalmente desconocido para mí. La ginecóloga me dijo «tienes la menopausia» y poco más. Sentí que me enfrentaba sola a lo desconocido. Y absolutamente confundida. No sabía qué me estaba pasando. Mi cuerpo también había empezado a cambiar. ¿Dónde estaba mi cintura? «En invierno –me decía– todo se disimula, pero ¿en verano?». ¡En verano me habría puesto un traje de buzo para ir a la playa! Ahora ya lo tengo asumido, pero al principio me impactó. Me miraba al espejo y decía: «uf, ¿esta soy yo?».
En pleno big bang hormonal, me separé de mi pareja y me quedé sin trabajo. Entonces tenía una productora de fotografías de moda y perdí los clientes. Yo pertenezco a la generación de mujeres que nos incorporamos en masa al mercado laboral y que ahora, con la crisis, nos dan por caducadas y amortizadas. Es impresionante la cantidad de mujeres que han sido despedidas. Se da el agravante, además, de que muchas empezamos a trabajar a los 15 años y que demasiadas veces hemos cobrado en negro. ¡A mí me pagó en b incluso el Ayuntamiento de Madrid! Así que después de toda una vida trabajando resulta que no hemos cotizado lo suficiente para la jubilación.
Entre una cosa y otra estaba tan perdida que me quité de en medio y me fuí con una oenegé a Nicaragua. Pero a la vuelta, todo seguía tozudamente igual: no tenía ni un solo cliente. Siempre he vivido el presente, pero admito que, quizá por primera vez, tuve miedo. ¿Y ahora qué hago? ¿De qué viviré sin haber cotizado? Con estas preguntas embistiéndome una y otra vez, vi que lo que me estaba sucediendo a mí tambien le pasaba a muchísimas otras mujeres y empecé a buscar respuestas.
Monté un foro, y la página www.ellayelabanico.com en la que intento brindar todo tipo de información para que cada cual pueda elegir su opción y acabé convertiendo la menopausia en mi profesión. ¿Irónico, no? Tampoco es que ahora tenga la vida solucionada, pero ya no tengo miedo. Paso. No sirve de nada. Además, creo que es un proyecto que cada vez irá mejor.
En España, el porcentaje de mujeres mayores de 45 años es del 48,4%. La de las señoras mayores será la próxima revolución.
A veces tengo la sensación de que las mujeres de mi edad llevamos toda la vida luchando. Llegamos a la sexualidad y la reescribimos. Lo mismo con el trabajo. Y la maternidad. Y las relaciones personales. Quién me iba a decir a mí que al llegar a los 50 deberíamos volver a pelear por nuestros derechos y bienestar. Y ahora, ¡sant tornem-hi!, lo estamos haciendo de nuevo.
Digo sant tornem-hi porque nací en Granollers y fui educada en un internado de monjas donde todo era pecado. A mí me costó mucho entrar en la sexualidad. Recuerdo que un día llevé al colegio la canción «Congratulations» traducida y me castigaron. Tras el primer beso en la boca, me fui directamente a confesar. No digo más.
Cuando rompí con mi primer novio, en el pueblo dijeron aquello de «pobrecita, la han dejado». Y cuando volví a ennoviarme, dejé de ser la pobrecita para convertirme en «la puta» que se había enrollado con otro. Aquello era claustrofóbico y me fui a vivir a Barcelona. ¡Aquello era otro mundo!
Yo había querido estudiar decoración, pero las monjas dijeron que era «pecaminoso». Y mi padre, que siempre me apoyó, me sugirió que hiciera peritaje mercantil. Hablaba cuatro idiomas y, tras un tiempo empleada en Barcelona, me fui con una amiga a vivir a París. Allí organicé ferias y me matriculé en la universidad, donde jugaba al tenis y estudiaba historia del arte y sexualidad. ¡I Pasé de Granollers a París y del peritaje a la sexología! Allí conocí a mi siguiente pareja, que hacía cine, y con ella me mudé a Madrid, donde alternaba la producción cinematográfica con la fotografía.
Luego me separé, me fui a Nueva York, me ennovié con un músico y regresé a Madrid, donde me pilló la movida. Sexo, drogas y rock’roll. Por entonces trabajaba en el departamento de prensa de la oficina de coordinación artística del Ministerio de Cultura. Y como en Madrid nadie tenía un duro, recuerdo que colaba a gente como Almodóvar y Banderas en los festivales que se organizaban. Sí, viví la movida y la sobreviví. Que no es poco. Después monté una empresa que organizaba actos y, al cumplir los 40, regresé a Barcelona y me puse a producir fotografías de moda.
Un pasado intenso, dirán. Pero debo admitir que todo aquello me parece la prehistoria. Otra vida. Como tener la regla. «¡De la que me he librado!», pienso cuando la oigo nombrar. Recuerdo, por ejemplo, que al principio de la menopausia, la sexualidad fue fantástica. ¡Por primera vez no tenía que preocuparme de si me quedaba o no embarazada! Además, que quede claro que no todas las mujeres tenemos los mismos síntomas.Hay muchas que ni se enteran. Eso, sí, las que vean alterado su bienestar, que pregunten e intenten ponerle remedio, porque hay muchas cosas y sufrir no nos hará ganar ningún cielo. Además, poco a poco, todo se va poniendo en su sitio. Yo estoy mucho mejor ahora, con 60 años, que cuando empezó.
La menopausia es un cambio de estatus y los cambios hay que mirarlos a la cara y afrontarlos. Assumpta Serna, madrina del proyecto, la tuvo con 38 años, se acababa de casar y no pudo tener hijos. Ella dice que esta etapa le sirvió para enfrentarse a sus pérdidas y sus deseos, y que fue una oportunidad para acabar con la ansiedad. Yo entiendo qué quiere decir. Para mí es una bendición no tener las hormonas disparadas como cuando tenía 20 años. ¡Qué pereza, por favor, andar así a mi edad! Ahora tengo ganas de dar importancia a las cosas que la merecen y poder transmitir lo bueno que he aprendido. También, de alguna manera, te liberas de la mirada externa, de la esclavitud de estar siempre joven y bella, de ser siempre perfecta y de tenerlo todo bajo control. Si no haces la cama, pues no pasa nada.
Es cierto que aún hay estigmas, pero creo que es mucho peor la andropausia. ¡Con la Iglesia hemos topado! ¡Ni los más modernos quieren oír hablar de esa palabra! En Madrid, contacté con el actor Carlos Olalla, que en público habló de los problemas que había tenido en esta etapa. Intenté hacer lo mismo con alguien de Barcelona y fue imposible. Nadie quiso. Unos decían que no dominaban el tema. Y otros debían de sentirse demasiado machos. «Sé lo que es, pero a mí no me pasa», contestaban. Señores,que todos estamos en el mismo lugar, ¡aprendamos cosas nuevas! Uno de los grandes tabús es la sequedad vaginal. Hay muchas mujeres que hasta se sienten culpables por sufrirla. Y esto es muy fuerte. Abrámonos y entandamos de una vez que no todo empieza ni acaba en el falo. Que no todo es orgasmo y penetración.
La menopausia, por tanto, es un buen momento para hacer cambios si tu vida los necesita. Yo, como muchas mujeres, la vivo con una energía renovada que no sospechaba que tendría. Digan lo que digan, no estamos ni obsoletas ni caducas. La menopausia se ha convertido en la etapa de la vida más larga de la mujer. Y eso da una perspectiva diferente.
Solo una cosa más: destierren, por favor, de su vocabulario el término menopáusica. No me gusta nada. Me suena despectivo. ¿O es que acaso a las mujeres con la menstruación se las llama menstruadadas o regladas? Las palabras son importantes
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