Cuando llega no lo hace sola. La menopausia desembarca –a veces sin avisar– en las vidas de las mujeres con un montón de síntomas en la mayoría de los casos. Ninguno agradable.

“El síntoma más invalidante para mí fue el insomnio”, nos cuenta Montse Roura, fundadora de Ella y el abanico, una asociación que lleva 12 años intentando visibilizar los problemas de las mujeres en la etapa de la menopausia. “Yo pasé de dormir como una marmota a oír el vuelo de una mosca. Lo sofocos, en cambio, me atacaban de día y no eran tan invalidantes, pero tuve que cambiar mi manera de vestir. Me ponía prendas con cremallera para que cuando me viniera el sofoco pudiera hacer “ras, ras” mientras sacaba el abanico. Me preguntaban que por qué me abanicaba. ¡Pues porque tengo la menopausia!, contestaba yo”.

Desinterés de las instituciones públicas

Los síntomas, nos cuenta Clotilde Vázquez, jefa del Departamento de Endocrinología y Nutrición de la Fundación Jiménez Díaz, aparecen porque los ovarios dejan de producir progesterona y estrógenos. Es decir, que si estamos irritables es porque nos encontramos mal. “Tenemos un sistema de salud de los mejores del mundo, pero lo cierto es que a las mujeres, en general, no se nos ha prestado mucha atención, empezando por la regla y acabando por la menopausia, que también tienen una base biológica clarísima”, nos explica en su consulta.

                                             “La menopausia tiene una base biológica clarísima

De ese poco interés por los problemas de salud de las mujeres nos habla también Rosario Castaño, psicóloga clínica y sexóloga. “Los políticos no se han interesado nunca por la menopausia. Cuando se creó la primera Unidad de Menopausia, que la creó el Doctor Palacios, se hizo por iniciativa particular y ahora han desaparecido. No hay unidades de menopausia en los hospitales públicos porque es un tema que no interesa”, lamenta.

“Las Instituciones públicas no se implican lo suficiente porque se han centrado en que la menopausia no es una enfermedad. Entonces cuando vas a que te ayuden no saben dónde mandarte. Cuesta que se impliquen. Y desde aquí les hago un ruego. Por favor, hagan algo, que somos 7 millones de mujeres”, exclama Montse Roura.

La mala prensa de los tratamientos

A ese ninguneo –que lo único que hace es aumentar el sufrimiento de las mujeres– se suma la publicación hace algunos años de un estudio que relacionaba el tratamiento hormonal de sustitución (pensado para aliviar los horribles síntomas) con el cáncer. “Queda mucho por investigar porque durante muchos años se ha tratado la menopausia como “esto es lo que hay y te tienes que aguantar”, dice Vázquez.

Encima, ese estudio popularizó solo una parte de los resultados y se metió miedo a la sociedad y a los médicos, con lo que se cancelaron los tratamientos de sustitución. Después se ha visto que había habido un sesgo muy importante que había dejado sin tratamiento a muchas generaciones de pacientes”, detalla la endocrinóloga, que recomienda a las mujeres que pregunten a los médicos si pueden acogerse a estos tratamientos.

“Es muy bonito cuando me vienen a la consulta tras los tratamientos y me dicen: “Vuelvo a ser la que era”, nos cuenta emocionada. “Aunque tiene mala prensa, yo aconsejo que se consulte a especialistas en menopausia que estén formados en hormonas, porque con este tratamiento hormonal normalmente las mujeres mejoran su deseo sexual, la piel, el sueño y recupera la sensación de bienestar”, añade Castaño.

El momento de la reinvención

A las dificultades que viven las mujeres por la llegada abrupta de los síntomas y por la dejadez -dicen- de los poderes públicos, hay que añadir las historias personales de cada una, porque la menopausia temprana puede acabar con los sueños de nuestra vida. Es lo que le ocurrió a la actriz Assumpta Serna, que a los 39 años se quedó sin la posibilidad de tener hijos.

“En ese momento yo había hecho muchas cosas en mi carrera profesional. Vivía en Los Ángeles, tenía tres casas, cinco agentes… Me pasaba los días en hoteles de aquí para allá. En ese momento, cuando tienes confianza en ti misma y te propones tener un hijo yo tenía 39 años. Y no pude. Fue un momento de frustración terrible porque era mi propia vida la que estaba en juego. Me sentí culpable por haberme negado a mí misma esa posibilidad”, confiesa.

Me sentí culpable por haberme negado la posibilidad de tener hijos

Un relato que tiene un poso triste y que enseguida compensa: “Tenemos esa concepción de que la menopausia es el final de nuestra vida, un sitio mental oscuro, un momento en el que la mujer acaba su función en la vida, y es todo lo contrario. Es el momento de la reinvención, de encontrar tu verdadero yo, de mirarte al espejo y preguntarte qué quieres hacer”.