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Un controvertido estudio dice que los antidepresivos acaban con los sofocos de la menopausia. Los expertos critican la creciente medicalización de la vida cotidiana  AINHOA IRIBERRI

Fuente :  http://www.publico.es/ciencias/357323/pastillas-para-soportar-la-vida

Un estudio publicado en la última edición de JAMAasegura haber dado con la clave para acabar con las molestias que sufren las mujeres en la menopausia. Según el trabajo, la administración de antidepresivos reduce el número de sofocos. En principio, podría tratarse de una buena noticia, pero el estudio ha vuelto a poner de manifiesto un asunto que preocupa a algunos profesionales y que, sin duda, afecta negativamente a la sostenibilidad de los sistemas sanitarios: la medicalización de los fenómenos de la vida cotidiana.

Tanto en España como en otros países existe un número creciente de profesionales que está tratando de acabar con la tendencia de tratar como enfermedades fenómenos fisiológicos con los que la humanidad lleva conviviendo desde hace siglos. La menopausia sería un ejemplo, pero hay muchos más, desde la calvicie a la mera tristeza asociada a acontecimientos adversos de la vida cotidiana. Desde Australia, el periodista y profesor de la Universidad de Newcastle Ray Moynihan popularizó el concepto disease mongering que podría traducirse como «invención de enfermedades». Sin embargo, el director de la Fundació Institut Catalá de Farmacología, el catedrático Joan Ramón Laporte, prefiere hablar de «invención y exageración de enfermedades» porque, apunta, en algunos casos lo que se medicaliza sí es una patología, pero para mucha menos gente de la que finalmente obtiene el diagnóstico. «Es cierto que la menopausia puede tener manifestaciones extremas que, en ciertas ocasiones, son molestas y tratables«, pone como ejemplo Laporte.

 

No sólo se exageran enfermedades; algunas también se inventan

Sólo para minorías

Un estudio publicado en Annalsof Human Biology cuantifica esta afirmación al demostrar que sólo un 9% de las mujeres menopáusicas sufre sofocos realmente irritantes.

Quizás uno de los primeros ejemplos de medicalización de fenómenos cotidianos fue el de la calvicie. El descubrimiento casual de un fármaco que ralentizaba la caída del cabello se vio acompañado de una intensa campaña de relaciones públicas en la que se difundió la calvicie como un problema que afectaba muy negativamente a la calidad de vida de los hombres.

Los expertos apuntan a la industria y a los médicos

Algo similar ocurrió con la disfunción sexual eréctil, como recuerda el farmacólogo catalán. Tras el desarrollo de Viagra, al que acompañaron otros fármacos similares, se empezó a oír a hablar del gran problema que suponía para los hombres a partir de cierta edad tener dificultades para mantener relaciones sexuales. Pero ¿toda persona que sufre un gatillazo aislado es un afectado por disfunción sexual eréctil?

Aunque el fenómeno de la medicalización está aumentando, también lo está haciendo la sensibilidad de los médicos al respecto, comenta Laporte, quien, no obstante, cree que habrá algo que influirá mucho más contra esta tendencia que el propio esfuerzo de los profesionales: la propia restricción financiera. El catedrático cuestiona que las medidas por las que apuestan las autoridades sanitarias sean las ideales para reducir el gasto sanitario. Es el caso, por ejemplo, de la restricción en el catálogo de medicamentos financiados por la Xunta de Galicia o la disminución del precio de los fármacos decretada por el Ministerio de Sanidad. Esto no logrará acabar con el problema de la sostenibilidad si, al mismo tiempo, «la industria farmacéutica promueve cada vez más indicaciones para los fármacos y monopoliza la información sobre medicamentos y la formación continuada en el seno del sistema de salud», comenta Laporte.

El médico de familia Vicente Baos, autor del blog El Supositorio, es uno de esos facultativos concienciados sobre los problemas de la medicalización excesiva, aunque puntualiza que el fenómeno no es tan reciente: «Llevamos años con este asunto, pero la expresión pública ahora es distinta», afirma refiriéndose a la mayor difusión de estas ideas propiciada por las redes sociales. Para Baos, hay un motivo claro que empuja a preocuparse por este fenómeno y es la propia realidad de la práctica diaria. «Mi consulta está llena de enfermos con una salud excelente», ironiza. El galeno cree que el hecho de que durante años se haya intentado promover la salud ha generado unas expectativas erróneas del propio concepto de salud. «La gente cree que todo el mundo tiene que vivir sin el más mínimo problema». Así, reflexiona, «en vez de más autonomía, se ha llegado a una medicodependencia«.

 

Los problemas del sistema sanitario podrían acabar con el fenómeno

Para Baos, el ejemplo más claro de medicalización de la sociedad es todo lo que genera ansiedad. «A mi consulta llegan chicos muy jóvenes pidiéndome medicamentos porque acaban de tener un desengaño amoroso y, lo que es peor, madres de estos chicos que me piden que les dé algo para ayudarles en su problema», comenta.

Pesimismo sobre el futuro

Al contrario que Laporte, este especialista se muestra muy poco optimista con respecto a la solución del problema. «Nuestro sistema está basado en poner etiquetas a todo y aliviarlo, y es más fácil ir al médico y que te dé algo, que pensar en abordar el problema desde otro punto de vista», comenta Baos, que define el sistema público como abocado «a la explosión interna». El gran problema es, a su juicio, que no hay alternativas ni tiempo para investigar sobre ellas. Además, señala que cualquier limitación en la prescripción de fármacos se acompaña de protestas por parte de la industria biomédica y los farmacéuticos. «El sistema político no pone límites», concluye.

 El farmacólogo de la Oficina de Evaluación de Medicamentos del Servicio Extremeño de Salud Galo Agustín Sánchez lleva años preocupado por este asunto desde la administración sanitaria. Según sus cálculos, a principios de la década pasada se recetaba un 15% de medicamentos excesivos (a personas que no los necesitaban) y se dejaban de prescribir fármacos necesarios a un 5% de pacientes.

Sánchez considera que la culpa de este fenómeno no es únicamente de la industria farmacéutica aunque, afirma, esta «no contribuye a la medicalización con buena intención. Se basa en medias verdades, tampoco dicen nunca una mentira completa». Otros actores implicados en que se prescriban fármacos para patologías inexistentes son, para este gestor, los propios políticos y los pacientes. «El público no es tonto, pero está atontado; la gente prefiere salvaguardar su salud tomando cosas que no tomándolas», resume.

 El farmacólogo recuerda que toda intervención sanitaria debe decidirse en función de los beneficios, los riesgos, los inconvenientes y los costes; algo que, a veces, parece no ser tenido en cuenta por nadie.