Hay maneras de de empezar a mirar tu interior desde lo que ves en el exterior. Construyendo puentes cambiando la manera de entender lo que vemos
Se da tanto valor a la imagen y al cuerpo que cualquier susceptibilidad de parecer con una estética peor a la idealizada puede ser objeto de una gran frustración.
Lo que hace que una persona se vea bien con uno mismo es justamente con lo que no se ve, que es todo lo que forma el interior. ¿Y qué forma el interior de una persona? Nada en concreto porque cuando se quiere poner palabras de lo que se es interiormente siempre va a ser una respuesta corta y limitada de lo que realmente es.
Empezar a mirarse hacia dentro se empieza a producir al darse cuenta de cuánto lejos se está de uno mismo: al querer calmar la sed de ser reconocido por los demás, al tener siempre que hacer “algo”, al estarse siempre comparando con los demás, necesitar cuidar a los otros, devorar revistas de moda, blogs, escaparates desde el “yo no puedo”, o “muy bonito pero para mí no, aunque me gusta”, o “comprándome esto o lo otro me sentiré mejor”
El mirar hacia afuera es un automático que si se le pone atención, se reconoce entrando en el diálogo interior: “ahora me veo que estoy muy enfocada hacia afuera ok, bueno, decido estar a dentro y sentir mi ombligo” Es el inicio de la mirada hacia dentro, dentro, dentro, dentro, dentro.
Es una decisión y una implicación interna de hacer este ejercicio constantemente, y entonces sucede que la referencia externa va bajando el volumen, la imagen y el cuerpo ya no tienen tanto valor, ya no es el centro para la aceptación exterior por que no es necesaria al estar centrado en el interior.
En esta instancia es cuando aflora sin esfuerzo, sin pensar, la auténtica imagen, el auténtico estilo.
Es cuando se produce el MI-LOGRO de estar centrado en uno mismo a través de toda la dispersión experimentada.
Es el mismo proceso que hace la naturaleza con la materia muerta; la convierte en combustible.
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Personal Shopper, gestora de imagen interna y externa.
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