Todos estamos llenos de polaridades, de deseos contradictorios, que a menudo nos aturden, porque no nos dejan hacer aquello, que para una parte de nuestro ser, es muy importante. Es como si estuviéramos divididos en dos personas, una está guiada por un ángel y la otra, por un demonio. Es decir que hay una buena y otra mala. La buena es firme y potente, la mala es débil, pero con tanto poder que anula a la otra. “Quiero ir al gimnasio y no voy” “Deseo adelgazar, pero no consigo hacer dieta” “Decido controlarme en las discusiones y no puedo hacerlo” “Me gustaría dejar algunos hábitos, pero no lo hago”. El problema para nuestra conciencia es que la parte “mala” a menudo gana, así que lo vivimos con sentimiento de culpa, nos hace sentir débiles, poco constantes, rebajando así nuestra delicada autoestima, porque vive fatal las debilidades. ¿Cómo podemos manejar mejor estas situaciones? En primer lugar reflexionemos sobre la siguiente premisa: Toda acción tiene una intención positiva. Esto quiere decir que incluso la parte “mala” que no nos permite tirar adelante nuestro objetivo, es buena para algo.Podemos hacer muchas traducciones de ello, a lo mejor nos está protegiendo de algún peligro, quiere que descansemos, o quién sabe si presiente quizás, que no es el momento adecuado. Por otro lado la motivación, arma potente capaz de llevarnos siempre a nuestro objetivo, parece ser que aquí, en nuestras polaridades, se tambalea. No es tan fuerte como parece, no? Por algo será. Vamos a poner un ejemplo: “Cada domingo quiero ir a caminar al parque temprano, antes de que se llene de turistas. Me levanto decidida, hago un desayuno ligero y de repente empiezo a hacer pequeñas cosas por la casa o recuerdo algo urgente para hacer con mi ordenador, total que ya son las 11 de la mañana, mala hora para salir a caminar. Resultado: ya iré la semana próxima. Como me siento fatal a las pocas horas, decido hacer un ejercicio de polaridades. Cierro mis ojos y pienso en mi intención de ir al parque temprano. Me veo andando bajo los árboles, disfrutando de los sonidos, de las imágenes y de los olores, a la vez que siento mi cuerpo activarse. Estoy muy feliz porque la situación me permite sentirme bien con lo que deseo hacer. Entonces “pongo” esta vivencia sobre mi mano con la palma hacia arriba, escogiendo en esta ocasión, la derecha. Después pienso en la otra parte que me retiene en casa. Me veo adelantando trabajo de la semana, haciendo cosas que no tengo tiempo de hacerlas en el día a día, incluso disfrutando por adelantar tareas. Deposito esta vivencia en mi otra mano y la sostengo. Me fijo en mi esquema corporal, aunque tenga los ojos cerrados, dándome cuenta de que la derecha está más elevada que la izquierda. Entonces, con cariño, les atribuyo la intención positiva que tiene cada una, por un lado es tener hábitos saludables y por otro adelantar trabajo en mi ajetreada semana. Elevo mi mano izquierda, automáticamente para ponerla a la misma altura que la otra, como si yo misma hubiera descubierto que ya no es tan “mala”, y decido darles la oportunidad de acercarse, hasta que se toquen. Me siento mejor y aún así Percibo la necesidad de acercarlas a mi cuerpo, sin saber demasiado qué pasará. Descubro que termino poniéndolas ambas en mi pecho. Ya no hay buena ni mala, las dos me cuidan. Este ejercicio sobre las polaridades, es muy potente. Te invito a que escojas una de las tuyas y lo practiques. ¡Seguro que te sirve!
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Pilar Pons. Enfermera,Fisioterapeuta y Coach http://pelvicgarden.com/
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