Seguro que habéis oído hablar en multitud de ocasiones del poder de la mente, ese poder que transforma el deseo en algo tangible y real.

Obviamente no se trata de frotar la lámpara maravillosa para que nuestro deseo se cumpla, sino que necesitamos dirigir nuestros actos en esa dirección para que aquello tan anhelado suceda. No obstante, el deseo, pero el deseo poderoso, el deseo de verdad, el deseo sin excusas, es el primer paso para que algo suceda.

Pongamos un ejemplo. Supongamos que quieres ponerte en forma y deseas con todas tus fuerzas tener un cuerpo moldeado. Sabes que para ello necesitas hacer deporte, pero claro, hoy no tienes tiempo para ir al gimnasio, o hace mucho calor para salir a correr, o llueve y no te apetece andar unos kilómetros,… ¿Realmente quieres tener ese cuerpo? ¿O quizá son tus razones para no hacerlo más grandes que tu deseo? Por supuesto que conseguir un sueño implica esforzarse, incluso renunciar a otras cosas, pero no hay nada más maravilloso que ver tu sueño hecho realidad, te lo aseguro.

El segundo paso es el convencimiento de que podemos lograrlo. Aquí apelo a vuestra memoria y os pido que recordéis al menos tres cosas de las miles que seguro que habéis conseguido en vuestra vida, desde aprobar un examen o toda una carrera, hasta ganar una competición deportiva o algo tan cotidiano como llegar a fin de mes. Aunque no nos demos cuenta, cada día superamos numerosos obstáculos, grandes, medianos, pequeños, y lo hacemos porque, consciente o inconscientemente, no sólo somos luchadoras, sino también triunfadoras. Así pues, grita bien alto ¡yo puedo! y convéncete de que, ciertamente, eres capaz de lograrlo. Y cuando tienes el deseo y el convencimiento, lo único que necesitas es un plan de acción y ponerte rápidamente en marcha porque tus sueños están esperando por ti, ¿pero puedes esperar tú más a que tus sueños se hagan realidad?

Comparto parte de mi historia personal con vosotras. El verano de 2010 marca el inicio de una nueva etapa en mi vida. Dejo atrás un trabajo estable, mi ciudad de nacimiento, mis amigos y mi familia para embarcarme en un nuevo “proyecto de vida” apostando por el crecimiento profesional de mi marido y pensé: ¿por qué no me doy la oportunidad de romper con la rutina y la aparente estabilidad que tengo?. ¡Destino Barcelona!

Por aquellos días, me preguntaba en silencio si era la decisión correcta, si mis dos hijos se integrarían bien y si sabrían gestionar el cambio de ciudad con lo que ello conlleva (nuevos amigos, el idioma…) Situaciones como ésta te abren mucho la mente ¡y el corazón!