Quedan pocos vestigios de la dedicación de las mujeres a las Bellas Artes. Estamos acostumbrados a verlas representadas como inspiradoras, pero no como ejecutoras. 

Por ello, la figura de Sofonisba Anguissola nos resulta tan singular. Sobre todo, porque su obra está en el Museo del Prado. Y porque se trata de retratos de miembros de la Casa Real.

Nacida en Cremona (Italia) Sofonisba Anguissola (ca. 1529-1625) era la mayor de una familia de seis hermanas – Elena, Lucía, Europa, Minerva y Ana María- y un hermano Asdrúbal. al Gracias al afán de su padre el noble Amílcar Anguissola y al avanzado humanismo que vinculaba la adquisición de conocimientos humanísticos vital para la emancipación de la mujer, los hermanos Anguissola recibieron una esmerada educación.

La pretensión de su padre era potenciar las habilidades artísticas de sus hijos. Con excepción de Asdrúbal y Minerva, el resto de las hermanas mostraron dotes para la pintura. Durante tres años Sofonisba y Elena fueron alumnas de un afamado pintor local Bernardino Campi, aunque Elena dejó los pinceles, cuando decidió tomar los hábitos. Lucía que también tenía gran talento para la pintura, fue alumna de la propia Sofonisba, pero murió joven. Las otras dos hermanas dejaron la pintura cuando contrajeron matrimonio. Resultas de lo cual, Sofonisba fue la única que continuó su formación como pintora, también con otro pintor local, Bernardino Gatti.

Cremona se quedó pequeña y Sofonisba amplió estudios en Roma durante dos años, en el transcurso de los cuales, fue tutelada por el gran Miguel Ángel, no tanto por la relación que mantenía con el padre de la pintora, sino por la grata impresión que le produjo el dibujo de un niño llorando que Sofonisba realizó a instancias del maestro.

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Durante el periodo en el que el Duque de Alba fue gobernador del ducado de Milán, fue retratado por Sofonisba. Desgraciadamente el retrato se ha perdido pero sí se sabe que el duque quedó vivamente impresionado, al igual que el propio Vasari, que elogió fervorosamente a la joven artista.

Como consecuencia de la Paz de Cateau Cambresis, Felipe II contrae matrimonio con la hija de Enrique II de Francia y de Catalina de Médici, Isabel de Valois (1546-1568). A pesar de la diferencia de edad entre los contrayentes, sirvió para rejuvenecer al rey. A decir del historiador Henry Kamen el tercer matrimonio del emperador sería el más dichoso de los cuatro que contrajo. El Duque de Alba que había representado a Felipe II en la boda que se celebró por poderes en París, recomendó a Sofonisba para que pasara a formar parte de la corte de la joven reina.

Como el rey trataba por todos los medios de que su nueva esposa estuviera a gusto en su nuevo destino, acepta el consejo del Duque de Alba para que integre a Sofonisba (mujer de noble estirpe, culta y pintora) como dama de compañía en la corte de la joven reina.

Tras el fallecimiento de Isabel de Valois, Sofonisba siguió en la corte como maestra de pintura de las hijas de la reina fallecida, Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela y como dama de compañía de Juana de Austria, hermana del rey. Coincidió dos años con la nueva esposa del rey, su sobrina Ana de Austria.

A la muerte de Juana de Austria decide volver a Italia y contrae matrimonio en 1571 con Fabrizio de Moncada, hermano del virrey de Sicilia, recibiendo la dote del propio Felipe II que había auspiciado el matrimonio, así como una pensión vitalicia. Enviudó 5 años más tarde después de que su esposo falleciera ahogado en el Mediterráneo en un asalto de piratas al barco en que navegaba. La ausencia de un cuerpo al que llorar y dar sepultura dio origen a la obra “In memoriam Fabrizio de Moncada”, donada al convento de Paternó, lugar de enterramiento de la familia Moncada.

En otro fundamental episodio de su vida en el que desafió las presiones sociales (incluso la del rey de España), Sofonisba contrajo matrimonio con el capitán del barco en el que viajaba, Orazio Lomellino, que no era noble y con el que además tenía una gran diferencia de edad. El apoyo moral y económico de su esposo, junto con la pensión vitalicia que le había concedido Felipe II, le permitieron continuar con la pintura en Génova, ciudad en la que residiría hasta 1615, año en el que se trasladaron a Palermo. A los 91 años , Sofonisba recibe la visita de un joven Van Dyck, de la que dejó constancia de sus impresiones en su diario, incluso con un dibujo de la anciana.

Al pertenecer a la nobleza, Sofonisba no puede ejercer la pintura como oficio, sino que desarrolla una habilidad artística. Así el estipendio que recibía en la corte española era en su condición de dama de compañía.

Su temática estaba limitada por su condición femenina -estaba mal visto que una mujer retratara modelos fuera de su núcleo familiar-, lo que permitió que su pintura evolucionara hacia la delicadeza y el intimismo, estando dotados los protagonistas de sus cuadros –su propia familia- de un humanismo y una ternura dignos de encomio. En El juego del ajedrez retrata a sus hermanas en medio de una partida de ajedrez, dos de ellas jugando bajo la divertida mirada de una tercera y la atenta vigilancia de una criada.

pintoraitaliana3Estas cualidades también adornaban los retratos que realizó a lo largo de su vida, desprovistos de la pompa y la dignidad de los retratos oficiales. Y no sólo realizó retratos sino autorretratos. Uno de sus primeros autorretratos es el célebre Bernardino Campi pintando a Sofonisba Anguissola, en el que el maestro Campi aparece retratado como el pintor y ella como la retratada con un interesante juegos de mirada. En Palermo pintó su último autorretrato a la edad de 88 años de edad.

 

Durante su estancia en la corte española, retrató a Felipe II, a las reinas Isabel de Valois y Ana de Austria, a la hermana del rey Juana de Austria, al príncipe Carlos el malogrado hijo que el rey tuvo con su primera esposa Manuela de Portugal, a las infantas Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela, a las que también retrató en su paso por Génova o Savonna tras sus respectivas bodas. La fama de la que gozó en su época fue diluyéndose con el tiempo. Como no firmaba sus obras, éstas fueron atribuidas a otros pintores de la corte como Sánchez Coello. Un caso paradigmático es el de La Dama del Armiño, atribuido al Greco. María Kusche identifica a Sofonisba Anguissola como la autora de esta obra, que representaría a la infanta Catalina Micaela. La negativa de la Pollok House de Glasgow –propietaria del cuadro- a admitir la autoría de Sofonisba Anguissola se puede deber al temor al perjuicio a la colección del propio museo.
Los cuadros exhibidos en el Museo del Prado sobre los que se alberga duda alguna sobre su autoría son los siguientes:

Isabel de Valois sosteniendo un retrato de Felipe II. Retrato de cuerpo entero de Isabel de Valois, que sostiene en la mano un medallón con la efigie del rey en miniatura.
Felipe II. Corregido con posterioridad, para que hiciera pareja con el de su nueva esposa, la reina Ana de Austria.
Retrato de la reina Ana de Austria.

Cuando se cumplía el centenario de su nacimiento, su esposo Orazio Lomellini colocó la siguiente inscripción: «A Sofonisba, mi mujer …. quien es recordada entre las mujeres ilustres del mundo, destacando en retratar las imágenes del hombre … Orazio Lomellino, apenado por la pérdida de su gran amor, en 1632, dedicó este pequeño tributo a tan gran mujer» 

 

De Cincuentopía