Una urgencia miccional es tener un ataque súbito y casi incontenible de orinar.
La urgencia puede ser con contención o sin contención, pero lo que importa es que nuestro sistema urinario no funciona bien. En lugar de dar aviso que la vejiga se va llenando, tranquilamente, como tiene que ser, de repente tenemos unas ganas locas de orinar. Pasamos de 0 a 100 en nada.
Las urgencias pueden ser por muchos motivos: por hipersensibilidad de la vejiga, por disfunciones neurológicas, por cambios en los tejidos, por músculos tensos… Cada una tiene su tratamiento específico, desde la fisioterapia del suelo pélvico y desde la medicina, según el caso.
Ahora bien, hay urgencias sobre las que podemos incidir. Una situación muy clásica, que seguramente nos resultará familiar a muchas de nosotras: llegamos a casa, ponemos la llave en la cerradura y… ¡a correr hacia el lavabo, que no llego!!. Esta urgencia está muy vinculada a nuestros hábitos, es una urgencia conductual.
¿Cómo se ha generado?
Entre las mujeres existe la costumbre generalizada de esperar a llegar a casa para orinar. Y se entiende, pero tiene su peligro.  El cerebro funciona por asociación de ideas. Poco a poco va cuajando la idea de: “casa” vinculada a “hora de orinar”. Y esta asociación se va consolidando hasta convertirse en un automatismo. Un automatismo que empieza con: casa-pipí, y evoluciona en: puerta de casa-pipí-ahora.
Hemos generado un automatismo y ahora este automatismo manda sobre nosotras y nos hace correr por los pasillos.
Qué podemos hacer? Retomar el control, volver a coger las riendas del sistema.  Y ¿cómo cogemos el control? Poco a poco, con constancia.

Una idea:

La próxima vez que al llegar a casa tengamos que correr hacia el baño, antes de sentarnos y orinar contaremos 1. Es decir, arañaremos 1 segundo al automatismo. Tomaremos el control durante un segundo. Eso cada día, durante una semana. 

2. A la semana siguiente contaremos hasta 2, cada día, toda la semana.

3. A lo mejor a la semana siguiente podremos contar hasta 3. Y así poco a poco, sin prisas, pero sin pausa. Cada día intentaremos imponer más y más segundos a nuestro automatismo mandón.

A mi me gusta explicar la anécdota de una señora que me contó: “Ahora, cuando llego a casa, voy por el pasillo tranquilamente, caminando como una reina. Llego al lavabo, me lo miro y le digo: AHORA MANDO YO.

Otro truco que puede ayudar. Existe otro automatismo, fisiológico: la contracción fuerte y sostenida del suelo pélvico, inhibe el deseo miccional. Eso significa que una contracción potente y mantenida del periné baja, disminuye esa sensación imperiosa de orinar, nos da un respiro, nos da un margen para llegar al baño tranquilamente.  Pero esa contracción tiene que ser fuerte. No podemos aspirar a hacer una contracción eficaz corriendo por los pasillos. Hay que pararse y centrar toda nuestra fuerza, toda nuestra atención en cerrar y elevar el sistema. Cuando el deseo miccional ceda, vamos al baño.

Este truco tiene un problema. Si el suelo pélvico está muy débil no tendrá la fuerza suficiente como para parar el impulso. Por lo tanto, para poder utilizar este recurso tenemos que tener una musculatura mínimamente funcional y en buen estado.

Aunque eso no es tanto un problema, de hecho es sólo una asignatura pendiente. Si nuestra musculatura está tan débil es tiempo de atenderla, no sólo para poder ir por los pasillos como reinas, sino para dar un paso más hacia la salud y el bienestar.

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Mireia Grossmann i Camps
Osteópata y 
Fisioterapeuta especializada en reeducación
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