Sí, ya lo dijo Gardel en su célebre tango que ha dado miles de vueltas al mundo entero “veinte años no es nada”. Es verdad, no son nada si los tiramos al vacio, basta con imaginarse que hay personas que nacieron y murieron sin haberlos celebrado, países que se construyeron y otros que se destruyen en ese mismo tiempo o en menos o nosotros mismos, los miembros de la familia humana que en ese tiempo pasamos de ser unos bebés hermosos y hermosas, totalmente dependientes a ser personas capaces de enfrentarnos a la vida de manera autónoma. ¿Qué no sucede en veinte años?; relaciones, trabajos, ciclos, muertes, nacimientos, alegrías, tristezas, tantos y tantos acontecimientos que se viven en ese período de tiempo que al final todos tarareamos el tango pero nadie se lo cree. Hago esta breve reflexión a propósito del colosal aporte de la medicina y de nuestra vida contemporánea que ha aumentado en veinte años la esperanza de vida, en otras palabras tenemos veinte años más que nuestros antepasados para vivir y para envejecer. Por otro lado según investigaciones sobre el tema de la vejez, entre ellas la dirigida por la psicóloga Pilar Sordo, se encuentra que nos es difícil aceptar el envejecimiento, una absoluta paradoja si consideramos la faena titánica de la ciencia para darnos el regalo de gozar de más años de vida. La ciencia coronada con su aporte pero y nosotras ……., ¿verdad gozamos de esos años? Todos los estudios concluyen que depende de nuestra actitud sin embargo es importante detenerse a reflexionar acerca de expresiones del día a día que quizás hasta nosotras mismas decimos nos escuchamos decir. Frases como; “qué guapa estás, te ves igualita”, “qué maravilla, parece como si los años nos han pasado para ti”, “qué bien, ¿cómo haces para estar cada vez más joven?” y así un sinfín de piropos que niegan el paso de los años y sus inevitables huellas, con esto no quiero decir que sea muy pero muy grato saber que estamos adquiriendo belleza en el camino hacia la vejez, eso es una cosa otra es negar que eso está ocurriendo y seguir en la fantasía de que “!!no pasa nada y que nada está pasando!!” porque estemos claras hermanas, claro que está pasando y mucho y no solo que se nos tiene que notar sino que se nos nota! Gastamos demasiada energía tanto mental como emocional -y no tanto física- en negar el paso del tiempo, cuando lo suyo sería aceptarlo y ver qué hacemos o mejor dicho que estamos haciendo hoy mismo con esta realidad. No se trata de verse más joven o en su defecto “igualiiitas” como si de una momia se tratara, recuerdo a mi madre que cuando la gente le decía “Dora estás igualiiita, el tiempo no pasa para ti” ella se volteaba en un gesto de pícara complicidad y me decía “estoy en la edad de que me digan que estoy “Igualiiita”, como si una fuera un dibujo de papel”. No les voy a mentir, lo igualiiita es que a todas nos pega los cambios en el cuerpo, en la tez, en la piel, en la energía, en la memoria, realidades que en mi caso tomaron su tiempo de aceptación refunfuñona y también nostálgica y dolorosa, al ego femenino le cuesta. Hoy acepto y agradezco el hecho simple del regalo de estar viva. Ya no me interesa estar más joven porque lo que he vivido nadie me lo quita y es mi tesoro, además las experiencias me han dado sabiduría y la tranquilidad de saber que nada se queda, que todo pasa ¡ qué alivio! Tantas cosas que agradecer de lo vivido y tantas por vivir, además de tener plena consciencia que soy un mapa y sus huellas son únicas e irrepetibles. Volviendo a mi madre que tiene 90 años y este verano fui a visitarla por casi dos meses, reflexioné mucho sobre este regalo de la medicina y de nuestra vida contemporánea y de allí la pregunta, ¿qué vamos a hacer con ellos? ¿ negarlos?, ¿ ver como los escondemos para parecer que el tiempo no pasa? , ¿deprimirnos porque vamos envejeciendo? o más bien ver cómo hacemos para vivir esta nueva etapa. Me apunto a esto último ¿cómo voy a vivirlos?, primero que nada los recuerdos no pueden superar los proyectos porque hoy más que nunca existen proyectos para todas las edades. Europa es un continente que valora sus patrimonios arquitectónicos y sus ruinas porque ellas tienen el peso de la historia y del pasado y no se puede ir adelante negando lo que hay atrás… pues esto también es válido para el capital humano, no solo para el arquitectónico y el artístico; la edad nos va dando el peso y el valor de haber vivido, de saber lo que sabemos. Toca pues aceptar que se trata de una nueva oportunidad de cambios y de desapegos y como si fuera poco ahora tenemos el regalo de más VIDA para ¡mostrarla y contarla!
Y para muestra un botón; tengo el honor de estar invitada a participar en el Desfile de mujeres maduras y radiantes en la inauguración del II Fòrum Dona i Menopausa que visibiliza precisamente la belleza de la mujer madura, así que ¡nos vemos en esta importante cita! Clicar aquí para ver programa
¡Hasta entonces!
Hortensia Carrer Psicoterapeuta y analista jungiana.
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