No permito que nadie diga que con la menstruación empecé a ser mujer. Porque al igual que cuando llega la menopausia no dejamos de serlo. En la adolescencia el cuerpo sólo empieza otro ciclo.

Lo recuerdo como si fuera ayer. Tenía 14 años. Un 16 de septiembre de 1999, a las 9 de la mañana. Sangré y me dolió mucho. Pasé sangrando por 8 días.

Tenía bastante información pero nunca es lo mismo. Era uno de los temas que más ocupaba nuestras horas entre amigas, pero las risas, los consejos y los miedos eran para mí una experiencia sin vivir. Del grupo solo yo faltaba.

Me llenaba de ansiedad saber ¿cómo sería mi primera vez?

Y cuando ocurrió, mi corazón sintió otro tipo de ritmo, mis manos otro tipo de frío, mi ojos otro tipo de horizonte. No se por qué nadie te dice esa parte que vivís muy dentro de tu alma de adolescente.

Todo lo que viene a tu mente en ese momento.  Aun cuando estás acompañada estás volando, viendo cómo tu cuerpo tiene otras funciones que de niña solo lo sabías en una lección orgullo mestrual escolar y de todas las anécdotas picaronas de las otras chavalas como vos.

Nunca pensé que mi mente caería en el juego de dudas. Yo creí que lo sabía todo. Me recuerdo yendo a la venta y sintiendo los ojos de todo el mundo fijándose en mi caminar. Después comprendí que esos ojos eran los fantasmas con los que nos encañonan en todas las luchas que libramos las mujeres.

Al día siguiente fui a clases, no quise llevar pantalón. Usé falda, decían : ¡se te nota al caminar! Pasé todo el tiempo contra la pared. Mis amigas se reían diciendo ¡No seas loca, no se ve!

No se si aún existen las toallas sanitarias AMIGAS, pero que bien puesto tenían ese nombre. Aunque la primera vez las sentía como unas intrusas, ahora son accesorios que me han acompañado por 15 años.

Las primeras veces esperaba que todo el mundo se fuera para poder comprar una toalla sanitaria y por si acaso yo misma llevaba una bolsa negra para ahí guardarlas. Pedía calladito: Tía deme una toalla sanitaria, rápido. Ella misma se encargaba de envolverlas con periódico para evitar más lo transparente.

¡Pobre mi tía! También luchando contra los cañonazos.

Ya no tengo pena de comprar en público una toalla sanitaria, tampones, protectores o jabón íntimo.

Aprendí a compartirlo con mi hermanita, mis sobrinas y hasta a mi sobrino, más otro montón de adolescentes en la radio.

Aprendí a disfrutar sin miedo cualquier evento público o privado si coincide con su visita mensual

Aprendí a no negar si ando o no mi regla

Mis amigos también son cómplices para preguntarles ¿ando manchada?

Sí, tengo cambios emocionales 2 días antes. Sí, me pongo histérica o melancólica. Pero eso es un gran avance, el saber cómo se comporta mi cuerpo en cada día del ciclo, hace que aun siga tratando de organizar mis hormonas.

Aprendí a querer mi propia sangre. Mi menstruación es solo un eslabón del diario trabajo del gran sistema de mi cuerpo. Un cuerpo que envía señales y debe estar en función mía y no yo de él. Aprendí a conocerlo, a conocerme.

En todos estos años he aprendido a amar los ciclos de mi vida, aun cuando algunos meses han sido dolorosos, otros inoportunos. He echado un suspiro y sonrisa de felicidad cuando aparece después de un angustioso retraso.

Me gustar ver mi sangre fluir por mis piernas cuando me baño, ver mi cuerpo funcionar.

No permito que nadie diga que con la menstruación empecé a ser mujer. Porque al igual que cuando llega la menopausia no se deja de ser mujer, así en la etapa adolescente solo se trata de que el cuerpo empiece otro ciclo.

Porque en lo que a mí respecta sigo aprendiendo a ser mujer.

Fuente: El confidencial

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